El curioso itinerario por Europa del racionero Gálvez
En 1755, un racionero de la Catedral de Sevilla escribió un interesante diario durante su Itinerario geográfico, crítico y lytúrgico de la España, Francia, País Baxo y gran parte de Alemania… Veamos su historia.
La vida de Diego Alejandro de Gálvez Calzado (1718-1803) transcurrió prácticamente en nuestra Catedral, primero como niño seise y colegial de San Isidoro y después ocupando, entre otros cargos, los de profesor de canto, maestro segundo de ceremonias, bibliotecario mayor y racionero. Fue, además, uno de los fundadores de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y autor de diversos informes y estudios.
En su época se escribieron importantes diccionarios geográficos y libros de viajes, adelantándose el de Gálvez, en España, a otros tan conocidos como los de Ponz, Viera o las relaciones de Tomás López. Comienza su obra ponderando la utilidad que ofrece “a la humana sociedad y al incremento de Ciencias y Artes la peregrinación por países extraños”, pero no emprendió este viaje con tal finalidad, sino para acompañar, como notario eclesiástico, al canónigo Carlos Reynaud en una investigación sobre la limpieza de sangre de un pretendiente, con ascendientes gallegos y flamencos, a la canonjía magistral, lo que explica su original recorrido. Los siete meses que dedicaron a ello, desde el 3 de mayo hasta su regreso a Sevilla el 4 de diciembre, los recogió Gálvez en un diario, llevando como ayuda “cartas exactas” (mapas) y, al menos, el Diccionario Geográfico de La Martinière.
Su relato es vivo y directo, ofreciendo “advertencias útiles para los que emprendan viajar” sobre las posadas, monedas, idiomas o algunas tan curiosas como esta: “Es utilísimo llevar su olla de campaña en la que se conduzca el cocido y principio a medio guisar”. También describe el carácter de las gentes, la vida de la Iglesia en cada lugar y su liturgia o sucesos políticos, viviendo intensamente cada jornada pero sin dejarse impresionar fácilmente, y teniendo Sevilla siempre presente en sus comentarios y comparaciones, como cuando ve París y concluye que, descartando sus alamedas y jardines, “resultaba ser Sevilla considerablemente mayor”.
Las anécdotas son jugosas y frecuentes, como la ocurrida en Brujas, donde “tanto se menudea el brindis en las mesas que a poco no hay por quien brindar, por lo que andan excogitando motivos frívolos para la repetición. En una casa donde comimos, habiendo recorrido la memoria de todos los parientes y amigos de Brujas y de Sevilla, no hallando ya a quien dirigir el brindis, una señora lo echó a la salud del Cabildo de la Santa Iglesia de Sevilla, memoria tan extraña como no usada en semejantes convites de brindar a la salud de comunidades”.
De regreso, alaba en Barcelona las mejoras de caminos y paseos y la construcción de la Barceloneta, hechas, precisamente, por un ilustre sevillano, D. Jaime de Guzmán y Palafox, marqués de la Mina y Capitán General de Cataluña. El Itinerario concluye con una “ruta general de todo el viaje, con las distancias de pueblo a pueblo”, y en ella vemos que desde Córdoba a Sevilla tardaron ¡tres días!, pernoctando en Écija y Carmona.
De esta obra se conservan cuatro ejemplares manuscritos: un original de Gálvez y una copia en la Biblioteca Capitular Colombina y dos copias más, una en la Biblioteca Nacional y otra en la Universitaria de Sevilla, esta con sensibles diferencias. A pesar de ser conocido por los eruditos, permaneció inédito más de dos siglos hasta que, en 1996, el Cabildo Catedral de Sevilla publicó su transcripción en una cuidada edición.
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