El obispo auxiliar, monseñor Ramón Valdivia, participa en el Congreso sobre la Formación permanente en Roma
La semana pasada tuvo lugar en Roma el Congreso Internacional para la Formación permanente de los Sacerdotes, organizado por el Dicasterio para el Clero, en colaboración con el Dicasterio para la Evangelización y el Dicasterio para las Iglesias Orientales.
El sacerdote sevillano Antonio Mellet trabaja actualmente en la Curia vaticana, precisamente en el Dicasterio para el Clero, donde ha participado muy activamente en la organización de este Congreso, cuyo tema de reflexión ha sido ‘Reaviva el don de Dios que está en ti’, teniendo en cuenta el punto 3 de la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis: “La belleza de ser discípulos hoy. Una formación única, integral, comunitaria y misionera”.
Más de 800 sacerdotes de sesenta países
Más de sesenta países han estado representados en este encuentro – la delegación de Brasil ha sido la más numerosa – en el que han participado más de 800 sacerdotes, entre ellos, 25 de las diócesis españolas. Monseñor Ramón Valdivia, obispo auxiliar de Sevilla, ha participado en este encuentro junto al obispo auxiliar de Madrid y presidente de la Subcomisión Episcopal para los Seminarios, monseñor Jesús Vidal, y el director del secretariado de esta Subcomisión, Juan Carlos Mateos.
El Congreso se inició con la celebración de una misa presidida por el cardenal Parolín, secretario de Estado. Las primeras intervenciones estuvieron a cargo del cardenal Bustillo, obispo de Ajaccio, en Francia, que habló sobre “Sacerdotes en el cambio de época”, y de monseñor Severino Dianich, teólogo italiano, cuya intervención se centró en el tema “Identidad y ministerios de los sacerdotes en una Iglesia sinodal y misionera”.
Los días siguientes se contó, entre otras, con las ponencias del cardenal Gianfranco Ravasi; la psicóloga Chiara D´Urbano; el padre Hans Zollner, S.J., director del instituto de antropología IADC en la Universidad Gregoriana; y el obispo de Petrópolis, en Brasil, don Joel Portella.
Al respecto, monseñor Ramón Valdivia apunta que «realmente es una provocación mostrar las necesidades de la Iglesia para que los sacerdotes podamos responder con honestidad y gratitud el don recibido». Por otra parte, explica cómo las ponencias promovían «distintas buenas prácticas en la formación de los sacerdotes». Todas ellas apostaban por «una formacion unitaria que afecte a la dimensión humana, comunitaria, espiritual y social del presbítero». Resalta, asimismo, la intervención de varias mujeres, especialmente la de una madre superiora del orden cisterciense «que reclamaba a los sacerdotes conocer el don que Dios nos ha regalado: la vocación».
Otro de los aspectos que ha valorado positivamente monseñor Valdivia ha sido el uso de la metodología de la conversación espiritual puesta en práctica tras cada sección de conferencias: «Se trata de poner en común los frutos de la oración personal a raíz de las ponencias ante un pequeño grupo de trabajo, para luego señalar los aspectos positivos que las reflexiones de los demás han despertado en nosotros. Además, se exponen las conclusiones de esta conversación remarcando aquellos puntos principales que pueda ayudar a todo el grupo. Esto ha sido muy enriquecedor».
Uno de los momentos más especiales del Congreso fue la audiencia con el Santo Padre, en la que estuvieron presentes todos los participantes en este encuentro. El papa Francisco, al hablar del fundamento de la formación permanente, señaló que “solo si somos y permanecemos discípulos, podremos llegar a ser ministros de Dios y misioneros de su Reino”. En otro momento, el Pontífice advirtió que “cuando la mundanidad entra en el corazón del sacerdote, se arruina todo”, y reclamó sacerdotes “plenamente humanos, que sean capaces de jugar con los niños y de acariciar a los ancianos”.
El Congreso terminó con una misa en la basílica de San Pedro presidida por el cardenal Lazzaro You Hueng, prefecto del Dicasterio para el Clero.
En definitiva, señala el obispo auxiliar de Sevilla, monseñor Valdivia, «ha sido un encuentro que nos sirve para estimular a los sacerdotes a que vivan su vida, no entendiendo la ordenación como culmen, sino apreciando la necesidad que tenemos de seguir formándonos, al igual que lo hacen en distintas profesiones».