El Papa refuerza el compromiso de la Iglesia en la defensa de los más débiles
La lucha contra la trata de personas y la corrupción, la denuncia de la explotación y la pederastia, en suma, la protección de los más débiles, es una causa a la que la Iglesia está dedicando no pocos esfuerzos.
Estos días hemos asistido a nuevos pasos, más que gestos, del papa Francisco en orden a implicar con determinación a todos los sectores que puedan remar a favor de una empresa de la que depende la suerte de hasta 45 millones de personas en todo el mundo. Para ello, no ha dudado a la hora de afirmar que la Iglesia “debe meterse en la gran política”, “una de las formas más altas de amor”, añadió.
El Santo Padre defiende una “alianza transversal”, y para ello ha mantenido encuentros con líderes religiosos, responsables políticos, miembros de la Judicatura y de otros colectivos. En todos ellos ha reiterado la implicación de la Iglesia en una batalla por los derechos más elementales de las personas, por su libertad, su dignidad y la persecución de cualquier atisbo de explotación. A estas alturas de su pontificado, a nadie extraña la decisión con la que abandera una causa en la que “no vale el dicho son cosas que existen desde que el mundo es mundo”.
En un encuentro mantenido recientemente con ciento cincuenta jueces y fiscales de todo el mundo, Francisco ha pedido que cada persona se responsabilice de su papel en esta contienda humanitaria, y ha puesto como ejemplo a la propia Iglesia. De hecho, ha reconocido los esfuerzos realizados por su predecesor, enfrentando la pederastia y otras causas en las que se han visto implicadas personas consagradas.
Esta serie de encuentros se completará próximamente con el que el Santo Padre mantendrá con rectores de universidades. Y el objetivo será el mismo: conseguir un protocolo universal contra la trata de personas y otras formas de explotación.
“Como una madre amorosa”
En esta línea, el Papa ha firmado el pasado día cuatro una carta apostólica en forma de motu proprio que entrará en vigor el cinco de septiembre. En ella pone a la Iglesia en primera línea de batalla por la protección de los menores y adultos vulnerables, algo que deja meridianamente claro al comienzo del documento: “Tal tarea de protección y de atención le corresponde a toda la Iglesia, pero compete especialmente a los pastores que esto sea realizado. Por lo tanto los obispos diocesanos, los eparcas y quienes son responsables de una Iglesia particular, deben tener una particular diligencia en proteger a quienes son los más débiles entre las personas que les fueron confiadas”.
La carta es clara y en ella se establece el procedimiento a seguir para remover de su cargo a los obispos que, por negligencia, hayan cometido u omitido actos que hayan causado un grave daño físico, moral, espiritual o patrimonial a los demás.
No hay marcha atrás, y la respuesta debe venir “de los hombres y mujeres de ley”, según apuntó el Papa durante la reunión mantenida con los representantes del Poder Judicial. Se trata de una tarea global, que Cristo confía “a toda la comunidad cristiana en conjunto”, y que atañe a cada uno, creyente o no, en la medida de sus posibilidades.
