EL SEMINARIO, CORAZÓN DE LA ARCHIDIÓCESIS
Nuestras comunidades necesitan pastores según el corazón de Dios, que las apacienten con celo, sabiduría y prudencia (Jer 3, 15). Por ello, esta Jornada es una invitación a la responsabilidad de todos los cristianos en la promoción de las vocaciones al sacerdocio.
La vocación sacerdotal es una llamada a participar en la misma misión de Cristo, aquella que Él recibiera del Padre y que transmite a los Apóstoles: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo” (Jn 20, 21). Es una invitación de Jesús a los jóvenes a entregarle la vida para anunciar la Buena Noticia desde la cercanía y servicio a todo hombre. En realidad, la Iglesia entera es la protagonista de la misión. Los ministros ordenados, partícipes del único sacerdocio de Jesucristo, están llamados de modo particular a cumplir el encargo misionero confiado por Jesús a toda la Iglesia.
Los sacerdotes viven su misión evangelizadora consagrándose a ella con todas sus energías y capacidades. Para ello cuentan con la unción y la fuerza del Espíritu que ungió a Jesús en el inicio de su ministerio público. San Pablo se refiere a esta entrega radical, propia de todo buen sacerdote, cuando nos confiesa que desempeña su misión con un “corazón indiviso” (1 Cor 7,32). Y es que cuanto más de Dios y de Cristo es el sacerdote, más intensa es también su entrega a los demás. Su vida se convierte en dedicación y servicio total a los hermanos y en un regalo precioso de Dios para el mundo.
Celebramos el Día del Seminario pocos meses después de la declaración de San Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia. Apóstol de Andalucía y patrono del clero secular español, San Juan de Ávila, sacerdote y evangelizador infatigable, es modelo de acogida de la llamada de Dios y de entrega a la misión evangelizadora. Poco después de su ordenación sacerdotal en 1526, llegó a Sevilla con el fin de marchar a Tlascala (Nueva España). Fue el arzobispo sevillano Alonso Manrique quien le impidió marchar a las Indias con esta frase bien conocida: “Ávila, las tierras de Andalucía serán tus Indias”. Así fue en realidad. Andalucía occidental y Extremadura, y muy especialmente las diócesis de Sevilla y Córdoba, serán testigos de su caridad pastoral y de su ardor apostólico eminentes.
En el Año de la Fe, todos hemos sido emplazados emplazados a la Nueva Evangelización, con la conciencia de que la actual situación socio-cultural precisa un vigor apostólico y misionero renovado, con el estilo pastoral de San Juan de Ávila. Para esta tarea la Iglesia necesita nuevas levas de jóvenes apóstoles que reemplacen a tantos beneméritos sacerdotes que han entregado la vida entera a Jesucristo, a la Iglesia y a sus hermanos. Con este convencimiento, me dirijo a vosotros, queridos jóvenes de nuestra Archidiócesis. Os invito a escuchar la llamada del Señor a seguirle. Lo hago con las mismas palabras que el Papa Benedicto XVI os dirigió en Colonia con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud de 2005: “Abrid vuestro corazón a Dios, dejad sorprenderos por Cristo. Dadle el derecho a hablaros. Abrid las puertas de vuestra libertad a su amor misericordioso. Presentad vuestras alegrías y vuestras penas a Cristo, dejando que Él ilumine con su luz vuestra mente y acaricie con su gracia vuestro corazón”.
Dirijo una mirada llena de afecto a nuestros Seminarios, donde, con el aliento de los Obispos y el servicio generoso de los superiores y profesores, se están formando los futuros sacerdotes, los apóstoles y misioneros del mañana. Como afirmara el Papa Pío XI, el Seminario es la “niña de los ojos del Obispo”, porque a través de ella adivina el futuro de la Diócesis que el Señor le ha encomendado. En nuestro caso, tanto el Sr. Obispo auxiliar como un servidor damos gracias a Dios todos los días por nuestros Seminarios, fuente de esperanza para nosotros y para la Archidiócesis toda. Porque los Seminarios son instituciones fundamentales y decisivas, necesitan del cuidado y del compromiso de todos, de nuestra oración, de nuestro afecto y de nuestra colaboración económica generosa.
Por todo ello, pido a los sacerdotes y consagrados que preparen y celebren en sus parroquias y comunidades con el máximo interés el Día del Seminario y que se impliquen con todas sus fuerzas en la pastoral vocacional, con la palabra y el testimonio de su propia vida. Pidamos todos los días al Señor que nos conceda muchas, santas y generosas vocaciones al servicio de nuestra Iglesia particular y de la Iglesia universal. Pongamos esta intención en las manos de Nuestra Señora de los Reyes y de San Juan de Ávila.
Para todos, y muy especialmente para los seminaristas y los jóvenes, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla