El viaje a Irak del Papa Francisco
La República de Irak cuenta con 41.337.980 habitantes, el 99% seguidores del Islam y un 0,9% de cristianos. La sindemia de la COVID-19 ha causado en Irak 13.618 víctimas. Durante la denominada Guerra de Irak, motivada por la invasión de un conjunto de fuerzas aliadas entre las cuales estaba España, murieron un número no bien determinado de personas entre 300.000 y 1.000.000 de personas según diferentes fuentes. Este país, que ha sufrido y sufre tanto, es uno de los mayores productores de petróleo del planeta. Y a este país viajo el Papa Francisco desoyendo el consejo de muchos y poniendo de manifiesto su camino manifiestamente evangélico. El viaje del Papa, junto a los realizados a otras zonas en conflicto, debería tener consecuencias geopolíticas. El Papa Francisco sigue clamando por la paz, el bien común y la misericordia para un planeta afligido por una creciente inequidad.
El Papa y el ayatolá Ali Al Sistani, convinieron que no se puede utilizar el nombre de ningún dios para atacar, perseguir, violar o asesinar a supuestos infieles. También tuvo palabras para el grave problema de la emigración, manifestando: «Esta gente no tiene opciones, porque no pueden no migrar, y no pueden migrar porque el mundo aún no ha tomado conciencia de que la inmigración es un derecho humano».
El Papa Francisco animó, en sus alocuciones, a la comunidad internacional a construir la paz sin dejar a nadie fuera, instando a que abandone la carrera armamentística y apueste por las vacunas para todos, así como a una justa distribución de alimentos para acabar con la gran pandemia de la Humanidad, es decir, el hambre. Una pandemia que causa cada año más muertos que la sindemia de la COVID-19 y para la que parece que no hay vacunas. Antes de abandonar el país, el Papa Francisco realizó un llamamiento al pueblo iraquí: «Trabajen juntos en unidad por un futuro de paz y prosperidad que no discrimine ni deje atrás a nadie». Un gran mensaje para un Papa que pide al mundo misericordia y fraternidad universal.
El Papa sabía que era un viaje de riesgo y lo asumió. Entre otros muchos, el viaje tenía dos objetivos. Uno, apoyar a la minoría cristiana en el país y, otro, tender puentes con el islam. Los muros y las alambradas separan, los puentes unen. Hacen falta más puentes en el mundo. El Papa Francisco ha dicho en alguna ocasión que se siente distinto cuando está alejado de la gente. El acercamiento de unos a otros es la clave del futuro de la humanidad en un planeta común y el Papa Francisco lo ha demostrado con su viaje a Irak.
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