‘En defensa de nuestras tradiciones’. Publicado en ABC de Sevilla (31-12-2023)
Hoy son las Primeras Vísperas de la solemnidad de Santa María Madre de Dios y Te Deum de acción de gracias por el año que concluye. Recordamos con afecto a Benedicto XVI que hace un año partió a la Casa del Padre. Bajo la mirada maternal de María Santísima, la Madre de Jesús, celebramos el primer día de Enero la fiesta mariana por excelencia del ciclo de Navidad: la maternidad divina de María. Todo en la vida y misión de María está en función de este hecho: ella es la Madre de Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre y nacido de una mujer (Gal 4, 4), él es el Emmanuel, el Dios con nosotros.
Que el Señor nos conceda un año de gracia, un 2024 lleno de paz y bien, de felicidad y amor. Como creyentes, lo comenzaremos con actitud de esperanza, porque Dios ha entrado en el tiempo, y el tiempo es un don suyo, un talento, una oportunidad que es preciso aprovechar, hacer rendir al máximo. También celebramos mañana la Jornada Mundial de la Paz, y el papa Francisco nos habla en su Mensaje de Inteligencia artificial y paz, del progreso de la ciencia y de la tecnología como camino hacia la paz, y nos ayuda a reflexionar sobre el sentido del límite en el paradigma tecnocrático.
Las fiestas de Navidad nos ayudan a penetrar en el misterio de Dios, que ha salido al encuentro del género humano, se ha manifestado, y lo hace como niño, apartándose de toda imagen de poder y opresión, trayendo un mensaje de paz y convivencia. Nuestro mundo sangra por la herida de las guerras, del terrorismo, de los bombardeos, de los atentados, de los tiroteos masivos; y también por la violencia en los matrimonios y en las familias, en las relaciones; sangra por el maltrato infantil, por el acoso escolar, por el abuso de poder, por todo tipo de violencia. Desde la Segunda Guerra Mundial del siglo pasado, el número absoluto de muertes en las guerras ha venido disminuyendo, pero los conflictos y la violencia van en aumento. En estos días, nos duelen todas las guerras, y en particular, nos duele el conflicto que tiene lugar en Israel y Palestina.
El próximo fin de semana está fuertemente marcado por la fiesta de la Epifanía o manifestación del Señor, que la Iglesia celebra como culminación del ciclo de fiestas navideñas. La vigilia del 6 de enero es una noche mágica para los más pequeños de la casa. Esta fiesta lleva consigo uno de los fenómenos más populares del año. Todas las poblaciones, y no pocos de los barrios en las grandes ciudades, se preparan para recibir a los Reyes Magos de Oriente, Melchor, Gaspar y Baltasar, de razas diferentes, que llegan rodeados de un gran séquito. Podríamos decir, sin exagerar, que este acontecimiento es como una fiesta de la fraternidad universal, de la pluralidad de razas y culturas del mundo. Durante el recorrido, la comitiva va repartiendo caramelos a los pequeños que, acompañados de sus padres, observan con ilusión el espectáculo. Es como una gran fiesta de la convivencia, como un acto de afirmación de que es posible vivir en paz en este mundo nuestro.
Quiero aprovechar la ocasión para romper una lanza a favor de nuestras tradiciones y, de manera especial, de nuestras tradiciones navideñas. Es muy importante que estemos convencidos de su bondad y de su vigencia. Y la primera convicción que hemos de reforzar es, precisamente, que éstas son nuestras tradiciones, es decir, aquellas que ha forjado nuestro genio como pueblo, en el marco de la cultura occidental y latina, elevadas por la fe cristiana. Son tradiciones navideñas nuestras, y al decir nuestras no quiero decir que sean exclusivamente nuestras; otros países también las tienen, pero entre nosotros se han plasmado con nuestro talante y a nuestra medida, por decirlo así. Son tradiciones navideñas nuestras el belén familiar y el belén en todos los ámbitos de la sociedad, los belenes vivientes, los villancicos, las zambombas, los campanilleros, los mercadillos de Navidad, la Misa del Gallo, la cabalgata de los Reyes Magos.
Desde hace tiempo, como consecuencia de la globalización y de la creciente imposición de costumbres de otros ámbitos culturales, nuestras tradiciones, las navideñas y otras, han encontrado no pocos competidores. Y los tres Reyes Magos también topan con la competencia de otras figuras que los lectores pueden adivinar fácilmente. Tengamos fe en la calidad y la bondad, humana y también cristiana, de estas tradiciones nuestras. No rehuimos la apertura a este mundo tan diverso, y menos en época de globalización, pero hemos de ser lúcidos para valorar nuestras raíces, nuestra historia, nuestras tradiciones, aquello que es más nuestro, para amarlo y defenderlo; y no sustituirlo a la ligera por otras formas, que probablemente no tienen la solera cultural y espiritual de las nuestras.
Sobre todo, no olvidemos el alma de estas tradiciones y el que fue su núcleo inspirador, que es la fe en Dios que es amor y que es el origen de todas las cosas; el Dios que se nos ha hecho próximo en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre para darnos una plenitud de vida en este mundo y en el mundo futuro.
+ José Ángel Saiz Meneses,
Arzobispo de Sevilla