En el V Centenario de San Felipe Neri (31-5-15)
Queridos hermanos y hermanas:
Celebra la Iglesia en este año el V Centenario de san Felipe Neri, fundador de la Congregación del Oratorio de los Padres filipenses, cuya presencia en nuestra Archidiócesis se remonta al año 1698. En la actualidad tienen encomendadas las parroquias de San Felipe Neri y San José y Santa María en la ciudad de Sevilla, mientras la iglesia de San Alberto es la casa madre de la Congregación. Tienen también presencia en hospitales y centros de enseñanza, y desempeñan otras tareas pastorales. Les dedico esta carta semanal como signo de gratitud por sus excelentes servicios a nuestra Archidiócesis y uniéndome a su acción de gracias a Dios por la figura extraordinaria y santa de su fundador.
San Felipe Neri nació en Florencia el 21 de julio de 1515. Después de estudiar humanidades con los dominicos de San Marcos, a los dieciséis años sus padres lo envían a ayudar en los negocios a un tío que vivía en San Germano, muy cerca de la abadía de Montecasino fundada por san Benito. Allí se retiraba Felipe con frecuencia a orar y allí se definió su vocación. En 1533 marcha a Roma, donde trabaja como preceptor de los hijos de un rico aduanero. Al mismo tiempo estudia filosofía en la Sapienza y teología con los agustinos.
Durante dieciocho años Felipe Neri se dedica al apostolado como laico, predicando por las calles, trabajando sin descanso en la recristianización de la Roma renacentista, sirviendo a los pobres, promoviendo la oración y el culto a la Eucaristía. En las catacumbas de san Sebastián, a las que se retiraba con frecuencia a orar, un año en la fiesta de Pentecostés tuvo una experiencia mística, pues el Espíritu Santo irrumpió sobre Él, le hizo caer por tierra y lo marcó físicamente hasta el punto de que, según sus biógrafos, su corazón se dilató de forma extraordinaria hasta romperle varias costillas.
Por mandato de su confesor, en mayo de 1551 se ordena sacerdote y se instala en la iglesia de San Girolamo della Caritá en vía Monserrato con un grupo de sacerdotes virtuosos que viven con gran austeridad. Felipe dedica muchas horas al confesionario y a la dirección espiritual de numerosos personas. Atiende especialmente a los jóvenes, con los que inicia lo que después se llamará el Oratorio. Los forma e inicia en la oración y en el apostolado, en la participación en los sacramentos, en las virtudes y en la experiencia de la generosidad con los pobres y el descubrimiento del prójimo.
En las reuniones periódicas concedía mucha importancia a la responsabilidad de los jóvenes, que por turno exponían los temas de formación. Con frecuencia recurría a la música, con canciones sencillas contando con la colaboración de músicos notables como Palestrina. Otras veces celebraba el Oratorio al aire libre, visitando las siete Basílicas principales de Roma, conjugando fe y cultura. Se hacía en tiempo de cuaresma, terminando con una comida fraterna, llegando a veces a peregrinar hasta 2000 personas.
En el año 1575 el papa Gregorio XIII aprueba y erige la Congregación del Oratorio, cuyos miembros son sacerdotes seculares que han de vivir como una verdadera familia, unidos por el vínculo de la caridad y donde todos deben conocerse entre sí, ayudarse y respetarse. Al mismo tiempo el Papa les concede la iglesia de Santa María in Vallicella, que estaba en ruinas, debiendo ser demolida para construir el actual e impresionante templo conocido como la Chiesa nuova a la que los religiosos se trasladan en 1577.
Los últimos años de su vida estuvieron marcados por la enfermedad, falleciendo a los 79 años después recibir la unción de enfermos de manos del cardenal Julio César Baronio, que le había sucedido como superior del Oratorio.
San Felipe Neri se distinguió por su gran devoción a la Eucaristía y por su devoción tierna y filial a la Santísima Virgen, que tanto le ayudó en su vida de niño, de joven y de sacerdote, y cuya especial protección experimentó en la construcción de la Chiesa nuova. Sobresale además por su vida de oración, que él entiende como una necesidad del corazón y como el manantial que refresca y fecunda sus afanes apostólicos. Se distingue además por su alegría sobrenatural, que parte de la conciencia clara de que ha elegido la mejor parte y de que Dios nuestro Señor dirige nuestra vida con su providencia amorosa. San Felipe Neri brilló, por último, por su caridad sobresaliente con los pobres y con sus hermanos y por su amor a la humildad, virtud que es el venero auténtico de la vida interior.
Al mismo tiempo que felicito en esta efemérides a los sacerdotes del Oratorio que sirven a nuestra Archidiócesis, pido al Señor que les confirme en la fidelidad a su hermosa vocación, y a ellos y a los fieles sevillanos nos conceda las virtudes que adornaron a su santo fundador.
Para todos, mi abrazo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla