«En la fiesta cristiana del trabajo», carta pastoral (25-04-10)

«En la fiesta cristiana del trabajo», carta pastoral (25-04-10)

 

Queridos hermanos y hermanas:

El próximo día 1 de mayo celebremos la memoria litúrgica de San José Obrero, la fiesta cristiana del trabajo. Con esta ocasión, saludo cordialmente a todos los trabajadores de la Diócesis y, sobre todo, a cuantos carecen de trabajo o lo tienen en condiciones degradantes o precarias. Para todos, mi solidaridad y cercanía. Saludo con especial afecto al Delegado Diocesano de Pastoral Obrera y a cuantos vivís la fe y el compromiso cristiano cerca de los trabajadores, los miembros de la JOC, de Hermandades del Trabajo y los militantes de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).

Contra lo que pudiera parecer la Pastoral Obrera es hoy más necesaria que nunca. El mundo obrero, al que la Delegación Diocesana quiere servir, continúa existiendo, aunque en esta hora esté sometido a una profunda transformación y se den una gran variedad de situaciones. El mundo obrero hoy ya no se encuentra sólo en la industria y los servicios, sino también en el campo, el mar y la emigración. Está formado por quienes trabajan legalmente y por lo hacen en la economía ilegal o sumergida; por obreros fijos, eventuales y en paro; por parados de larga duración, con contratos intermitentes, a tiempo parcial, o los llamados de aprendizaje; por trabajadores con una buena calificación profesional que, o no tienen trabajo, o lo tienen inestable y mal retribuido. Forman parte además del mundo obrero los trabajadores autónomos, a menudo con dificultades de subsistencia, los trabajadores activos y los jubilados de las barriadas populares, con condiciones de vida marcadas por la precariedad, la penuria económica o la dependencia. A él pertenecen  también muchos jóvenes que no encuentran un trabajo acorde con su preparación, sometidos a una continua movilidad, con salarios bajos e inseguridad en el empleo, todo lo cual les impide programar un proyecto de futuro y  fundar una familia.

Dando por bueno que no es justo identificar al mundo obrero con el mundo de los pobres, es también verdad que una parte muy considerable del mundo de los pobres pertenece al mundo obrero, porque existe una relación estrecha entre las situaciones laborales a las que me acabo de referir y el  mundo de la pobreza y la marginación. La comunidad cristiana no puede vivir de espaldas a estas situaciones. «La Iglesia ?escribió el Papa Juan Pablo II en la encíclica Laborem exercens- está vivamente comprometida en esta causa, porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo?. Por ello, ha de mostrarse sensible al mundo del trabajo y prestarle una atención y dedicación especial. Así lo ha hecho a lo largo de los últimos ciento cincuenta años, en que ha ido enriqueciendo su Doctrina Social, que hoy, en un contexto de liberalismo económico arrollador, es más necesaria que nunca.

En ella se pondera la necesidad de poner en primer plano la dimensión humana del trabajo y de tutelar la dignidad de la persona, pues la referencia última de la vida económica sólo puede ser el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. El trabajo responde al plan de Dios. A través de él, desarrolla la obra de la creación y participa del poder creador de Dios. De ahí la enorme dignidad del trabajo, que debería ser siempre ocasión de crecimiento de los individuos y de la sociedad, y de desarrollo de los talentos personales, para ponerlos al servicio del bien común, en espíritu de justicia y solidaridad.

Hoy, más que nunca la Iglesia necesita militantes cristianos en el mundo obrero, que desde la comunión profunda con Jesucristo y la fidelidad a los trabajadores, proclamen  «el Evangelio del trabajo», evangelicen a sus compañeros, sean levadura, luz y sal en los lugares de trabajo, realicen un discernimiento cristiano de los acontecimientos que afectan a los trabajadores, alcen la voz ante situaciones de injusticia o de explotación y, sobre todo, anuncien a Jesucristo vivo con la palabra y con el testimonio luminoso de su propia vida. Condición inexcusable es la comunión con la Iglesia, pues como  dicho recientemente Benedicto XVI a los movimientos apostólicos obreros, ?sólo una adhesión cordial y apasionada al camino eclesial garantizará la identidad necesaria, que se hace presente en todos los ámbitos de la sociedad y del mundo, sin perder el sabor y el aroma del Evangelio?.

Promover laicos cristianos con estos ideales es la tarea propia de la Delegación de Pastoral Obrera, que goza del apoyo explícito del Arzobispo. Ojala sean muchos los sacerdotes, consagrados y laicos que se impliquen en esta pastoral específica. Dios quiera que sean también muchas las parroquias que creen los Equipos de Pastoral Obrera, como pedía el documento «La pastoral obrera de toda la Iglesia» (1994) de nuestra Conferencia Episcopal, verdadero vademécum de esta pastoral peculiar. Se trata de testimoniar a Jesucristo y su Evangelio en el mundo del trabajo, el único camino válido para la reconstrucción de la persona y de la sociedad.

Para todos los militantes cristianos en la Pastoral Obrera, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.

 


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