Archidiócesis de Sevilla

Día de resurrección del Señor, día de la Pascua, una fiesta feliz para el cristiano, y a la vez una día laborable tranquilo para esta ciudad de Sevilla. La mañana se levantó fría, sin embargo, algo neblinosa y más fría de lo esperable para un lunes de marzo que para el sevillano es casi ya día abrileño. Tenemos la retina local la imagen pergeñada de una ciudad que no termina de cerrar la Semana Santa para abrir otra fiesta, la Feria. Suelo reconocer entre mis cercanos que no merezco haber nacido en Sevilla, una ciudad con unas fiestas tan bulliciosas como populares, una ciudad que se despacha en muchedumbre para cada gran acontecimiento, sea su Semana Santa, sea su Feria, sea cualquiera otra festividad. Prefiero las fiestas serenas, más íntimas. Nuestra celebración de hoy lo es, la vivencia profunda de un Dios que resucita después de una muerte «indigna», si cabe, una muerte más indigna que tantas que hoy se preconizan para justificar otras muertes intolerables.

Fiesta íntima, y sin embargo, cargada de dolor. Ayer un descerebrado se hacía explotar durante una celebración pascual de cristianos en Lahore. Van ya, preferiría errar la cifra, más de 60 vidas arrebatadas por una locura sin justificación alguna, más niños y mujeres regaladas a la Parca, en esa intención meretriz por llenar de sangre el momento más vital del cristiano. Según la agencia Infovaticana, el Jueves Santo un grupo de milicianos islamistas asaltó una universidad cristiana en el este de Kenia dejando más de 150 muertos en su razia criminal. En un alocado paralelismo, nos llegan noticias de otro sacerdote crucificado en Yemen, parece que el Cardenal de Viena, Monsr. Christoph Schönborn, afirmó en la Vigila de Pascua que el padre salesiano Tom Uzhunnalil, capellán de las misioneras de Madre Teresa asesinadas por yihadistas en Adén el pasado 4 de marzo, finalmente ha sido crucificado el pasado Viernes Santo, pero fuentes locales aún no confirman. La Resurrección de Cristo viene acompañada de signos de muerte contra los cristianos, aun a pesar de ser el mayor símbolo de Vida que pudiéramos imaginar.

Cuesta desde luego entender tanta muerte. La barbarie yihadista nos está dando muestras cotidianas de una imparable capacidad de llenar de sangre y muerte tantos rincones del planeta. Me pregunto, desde luego, porqué una religión de Vida como la cristiana es objetivo de tantos descerebrados: la única respuesta posible es precisamente por eso, es decir, precisamente porque donde Jesucristo lleva la Vida Eterna, Satanás enloquece aún más para llenar de muerte y violencia tantos otros rincones. Satanás odia la resurrección.

Dejemos espacio en nuestros corazones para el Cristo de la resurrección: cuando Dios ocupa los espacios, Satanás sale huyendo y no tiene hueco alguno para más muerte ni más violencia. Es tiempo de poner a Dios en nuestro centro, poner oración en cada instante, una imagen en nuestras mesas de trabajo o un crucificado que presida hasta una consulta de cualquier hospital. Es tiempo de resistencia pacífica, de sanar heridas con oraciones, de poner en nuestros corazones de todos esos que están dando con su vida, ejemplo imparable de una resurrección permanente. Es tiempo de alumbrar con la luz del Espíritu Santo a un mundo sumido tantas veces en esas tinieblas absurdas del dolor y la muerte.

Les deseo a todos una feliz Pascua de Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Como en las palabras del Regina Coeli que rezamos estos días, gozaos y alegraos porque verdaderamente ha resucitado el Señor, aleluya.