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En torno a Teresa

Teresa.y.Niño.2-739x1024Reconozcamos que resulta cautivador observar la reticente y casi candorosa maledicencia de ciertos medios y personajes cuando se trata de hablar de la Iglesia, si bien también es verdad que causa cierto estupor no ajeno a la sorpresa ver la persistente mala gana con la que algunos han acogido la santificación de Teresa de Calcuta. La entrega y el bien sin medidas, a borbotones, causa tal desasosiego en el Demonio, que no puede sino valerse de la maledicencia de algunos para tratar de poner trabas y tropiezos a una santa de la portentosa dimensión de Teresa de Calcuta, para mi personalmente el mayor ejemplo de santidad del siglo XX ya terminado: la dimensión incalculable de su obra sólo es comparable a la delicadeza de su buen hacer cotidiano, es decir, al cuidado en cada detalle para tener entre sus brazos a cada moribundo con la plena convicción de que cada pobre es en sí mismo un Jesús abandonado, y ello con el desparpajo y la claridad de quien sabe que en efecto está con el mismo Jesucristo hasta el punto de dar plantón en dos ocasiones al mismo Papa.

No les hablo, no obstante de santa Teresa de Calcuta, de quien ya estos días probablemente hayan podido leer en demasía y poco nuevo puedo yo decir sino en su alabanza y reconocimiento. Les hablo, sin embargo, de la sorprendente persistencia de algunos en el mal, en la doble intención, en la mala baba para crear campañas de descrédito, en la mala intención para hacer daño a quien sin embargo no tienen ni un ápice de posibilidad. Aparte de la fatuidad de sus esfuerzos, pues difícilmente puede hacerse daño a una santa como Teresa en toda su dimensión humana e incluso en la dureza de su vida espiritual clamando a Dios, dan cierta sensación de envidia pues el que tanto critica simplemente acredita su carencia y transmite la vacuidad de espíritu. Cada crítica surgida en estos días contra Teresa, en su mayoría dirigidas contra la Iglesia, son críticas de zorra y uvas, fabulosas como puras fábulas, basadas en su mayoría en falsas informaciones, en contenidos algunos pertrechados de cierto candor, que demuestran el ansia de algunos por querer acercarse a Dios, y no poder por su flaquezas más humanas. Sospecho que Teresa debe estar riéndose en el Cielo de todas esas flaquezas. Y sospecho que igual nuestra actitud debe ser esa, pues como dice el refrán, no ofende quien quiere, sino quien puede, y quien a Dios tiene de su parte, imposible le resulta la ofensa ajena.

En la Iglesia estamos ahítos de críticas, y sin embargo deberían preocuparnos siquiera las críticas adentro de la casa, en vez de las de afuera. Muchas críticas de afuera, como las que se leen en las redes estos días en torno a Santa Teresa de Calcuta, son tan infundadas y malintencionadas, como inútiles, en comparación con la medida de su obra. Tengo la impresión de que incluso puede que sean el efecto de la sonrisa amable y afectuosa de la misma santa viendo desde el Cielo cómo hoy la santificamos, con la beata indiferencia que mostró Teresa a cualquier tipo de reconocimiento de su persona, mientras ello no fuera un reconocimiento del mismo Jesucristo en cada pobre. Todos esos que tanto critican en realidad son puros pobres de espíritu que hoy necesitan también nuestra conmiseración y están pidiendo que los llevemos en nuestros brazos, como hacía santa Teresa con cada pobre, a la casa del Padre.


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