Enrique, sin hogar durante cuatro años: “Solo quiero empezar de nuevo”
Enrique, que en diciembre cumplirá 63 años, nació en Badajoz en una familia acomodada. La mayor parte de su vida la ha dedicado a la hostelería, que le ha permitido viajar fuera de España y administrar varios negocios propios.
Una vida como la de cualquiera de nosotros que le sonreía hasta que su mujer y su hijo murieron en un accidente. A partir de ese momento “entré en depresión y me metí en el alcohol. Lo perdí todo: a mi familia y a mis amigos, no quería ayuda de nadie, me aislé… Entré en un círculo en el que, bebiendo más cada vez, llegó un momento en el que me encontré tirado en la calle”. Allí ha pasado los últimos cuatro años, pero tras los meses de confinamiento por la COVID-19, “que gracias a Dios pasé en una casa que me dejó una de mis hijas”, fue cuando se puso en contacto con Cáritas, llegó al Centro Amigo y “empecé a cambiar”.
Tras cuatro meses en el centro, reconoce sentirse bien: “Llevo casi un año sin probar el alcohol, estoy bastante recuperado y ya puedo ver que todo lo que hice no lleva a ningún sitio. Además, poco a poco estoy recuperando a mis hijas y nietos, tengo contacto con ellos y lo que quiero es salir de aquí y formar una nueva vida con mi familia, intentar encontrar un trabajo o una ayuda para poder empezar de nuevo”.
La oportunidad de cambiar
El Centro Amigo ofrece esta posibilidad. Como señala Salvador González, técnico del Departamento de Atención a la Grave Exclusión de Cáritas Diocesana, aquí “se producen cambios importantes a medida que la persona va avanzando en su proceso personal”. Y para ello es importante proporcionarles “un espacio digno, cálido, privado y personal imposible de tener en la calle”. Porque, en opinión de Salvador, “no tener casa es una manera de ir muriendo poco a poco”. Una idea respaldada por Enrique, que asegura que el lema de la campaña de este año “es cierto”: “No tener casa mata, te hace daño mentalmente y te cambia la forma de ser y de vivir”.
Ahora, la esperanza ha vuelto a la vida de Enrique, que está convencido de que “se puede cambiar si uno quiere; querer es poder, pero necesitas ayuda, y en centros como este la ofrecen”. Pero no es suficiente, advierte, sino que su testimonio tiene que ayudarnos a mirar a las personas sin hogar con otros ojos: “Somos personas y necesitamos ser tratados como tal, y si estamos en esa situación es porque la vida nos ha dado un palo”, lamenta.
En esta línea trabaja la campaña Sin Hogar de Cáritas, “visibilizando lo invisible”, a través del empoderamiento de aquellos que carecen de una vivienda y haciéndose eco de que “con esfuerzo, apoyo y oportunidades es posible darle la vuelta a su situación”. “Ese esfuerzo – añade Salvador- debe ser recompensado por la sociedad con oportunidades de inclusión. Precisamente la construcción de una sociedad más abierta es uno de los principales retos que tenemos, como Cáritas y como ciudadanos”.
El testimonio de Enrique es uno de los ejemplos que así lo demuestran, pues lucha a diario por recuperar aquello que perdió en la calle. “Gracias a Dios estoy aquí, muy bien tratado y tengo ganas de vivir el tiempo que quede unido a mi familia. Además –concluye- intentaré ayudar todo lo posible a otras personas que estén en la calle como yo lo he estado”.
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