Entrevista a Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural: “La Delegación Diocesana de Patrimonio no está para fiscalizar nada, es un servicio”
No hay ninguna semana carente de argumentos para recordar la importancia que tiene el mantenimiento y la conservación del rico patrimonio cultural de la Archidiócesis. En esta ocasión, la noticia viene de la mano de un sacerdote, Antonio Rodríguez Babío, que acaba de ser admitido como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría.
La Academia es una institución con una cierta tradición de miembros del clero diocesano. Recordemos al padre José Enrique Ayarra o a don Fernando García Gutiérrez, personas con un indudable legado cultural. Son unos antecedentes que, de alguna manera, ¿comprometen?
Sí, da un poquito de respeto. Son personalidades no solo de la vida de la Iglesia sino de la vida cultural de la ciudad.
¿De dónde le llega esta vocación por el arte, este interés por el cuidado del patrimonio?
Me viene de mi vocación primera por la arquitectura -yo estudié Arquitectura antes de entrar en el seminario-, y también de mi padre, que era delineante y estaba en varios estudios que tenían proyectos de conservación del patrimonio.
Sucedió al padre García Gutiérrez en la delegación diocesana de Patrimonio Cultural, y lo hace en una diócesis que cuenta con un capital artístico vinculado a la Iglesia inmenso ¿En qué consiste su responsabilidad?
La Delegación se ocupa de todo lo concerniente al patrimonio en nuestra Archidiócesis, desde autorizar los proyectos de intervención en cualquier bien mueble perteneciente a la Archidiócesis, supervisar también otras obras en muebles que afecten a bienes inmuebles, a obras que sean BIC, que tengan alguna catalogación o simplemente que tengan un interés patrimonial importante. También el tema de nuevas imágenes, estudiar cada caso, y aprobarlo si procede. Y esto se ramifica en muchas relaciones con entidades, instituciones, la universidad, etc.
Hemos asistido a algunas polémicas precisamente por este tratamiento algunas veces inadecuado de piezas del arte religioso sevillano ¿Cuál debería ser el procedimiento a seguir para cualquier actuación sobre una obra de arte de este tipo?
Lo primero que hay que hacer es conectar con la Delegación Diocesana de Patrimonio Cultural Yo siempre digo que la Delegación no está para fiscalizar nada, sino que, al revés, es un servicio que presta a las parroquias, a las comunidades, a las hermandades, etc. Entonces, lo primero es contactar con nosotros, hay que enviarnos el proyecto de conservación hecho siempre por una persona que tenga la titulación adecuada. Si no se tiene, en ningún caso se aprueba la intervención, esto hay que dejarlo claro. La Delegación recibirá ese informe, lo estudiará y lo aprobará en su caso.
Cuando habla de la Delegación no se refiere solo a usted.
La Delegación cuenta con una comisión técnica asesora, que está formada por personas de reconocido prestigio en estos temas como don Emilio Gómez Piñol, don Ramón Corzo, don Rafael Aguilar o don Enrique Gutiérrez Carrasquilla. Y también cuento con un personal, Agustín Martínez Soto y Antonio Gamero Osuna.
¿Y en esos casos, falta quizás comunicación?
Sí. Entiendo que en casi ningún caso hay intención de hacer las cosas por su cuenta, sino que ha habido un desconocimiento. Lo que pasa es que, como dicen los abogados, el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. De todas formas, se han vuelto a recordar mediante una circular que se ha enviado a todas las parroquias, comunidades, hermandades, etc, los requisitos que hay que seguir, especialmente si estamos hablando de bienes que son de interés cultural, que necesitan también la autorización de la Comisión Provincial de la Delegación Territorial de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, en una gestión que también realizamos desde la Delegación para facilitar el tema. Yo creo que ha habido más un desconocimiento que otra cosa.
También tienen ustedes algo que ver con las prácticas que se desarrollan durante los meses de verano en virtud de un convenio con la Universidad de Sevilla.
Esta es una iniciativa muy beneficiosa para todas las partes. Se oferta un número de horas extracurriculares que los alumnos de Bellas Artes, que han acabado la carrera o les queda poco para acabar, necesitan. La Archidiócesis ofrece estas horas, y llevamos ya seis años llevando estas campañas de verano. Se ha actuado sobre todo en retablos de templos de la Archidiócesis, el último el de Santa María de Estepa. Se ha intervenido en el templo y la guinda ha sido restaurar el retablo.
Parece que esta dinámica ha tenido éxito, y se están sumando otras instituciones.
Sí, estamos tras un convenio con el Colegio de Licenciados en Bellas Artes para hacer un curso que sería tutelado desde la Archidiócesis, un curso muy interesante porque versa sobre aspectos que en la facultad quizás se les queda un poquito más corto. Y nosotros estamos encantados de colaborar en la formación de estos jóvenes.
Otro asunto recurrente es el mantenimiento de los monasterios de clausura ¿Dónde empieza y acaba la labor de la Archidiócesis?
Lo primero que hay que ver es que la mayoría de las comunidades tiene su autonomía, no dependen de la Archidiócesis en este sentido. Tienen su autonomía para llevar las gestiones que crean convenientes. Yo vuelvo a decir que la Delegación es siempre un servicio que ofrecemos, porque entiendo que todo el mundo no tiene por qué saber de todo. Y estas comunidades de religiosas se ponen en contacto con nosotros para solicitarnos asesoramiento.