Entrevista a mons. Santiago Gómez, Obispo auxiliar de Sevilla: “La misión es el sentido de la Iglesia”
Han pasado casi tres meses desde que se promulgaran las Orientaciones Pastorales Diocesanas. Más que un programa pastoral, el documento aborda ámbitos de reflexión con líneas de actuación que abarcan todas las realidades pastorales de una Archidiócesis con casi dos millones de fieles. En este tiempo, monseñor Santiago Gómez está exponiendo las claves de las Orientaciones en diversos foros, con una premisa: la Iglesia debe situarse en salida, con actitud misionera, y acompañar a la persona allá donde esté.
Santiago, tenemos en nuestras manos un documento que no sale de la nada ¿Cómo ha sido el iter hasta llegar a este documento?
Parte de una decisión del Arzobispo, y durante todo un año se hizo un análisis en el que participó mucha gente. Los sacerdotes en las reuniones del arciprestazgo, el Consejo de Pastoral –que, como sabemos, está constituido fundamentalmente por laicos-, el Consejo de Arciprestes, el Consejo Episcopal, también las órdenes religiosas a través de CONFER, algunos movimientos y asociaciones… Por lo tanto, es un documento con una consulta amplia, un documento muy participativo.
En este documento aparecen muchas citas del papa Francisco y en especial de Evangelii Gaudium ¿Qué entronque hay con este magisterio?
Sí, es una vinculación querida y buscada. En la iglesia no sólo queremos tener la comunión hacia abajo, sino que esta Iglesia particular es parte de una Iglesia única, católica. El documento anterior -el plan pastoral- terminaba en 2013. Fue la elección del papa Francisco y entendimos que él, con el paso del tiempo prudencial, iba a dar algunas orientaciones para toda la Iglesia universal. Después, la Conferencia Episcopal Española acogió estas orientaciones del Papa, y con estos dos documentos hemos hecho esto, en un sentido realmente eclesial.
En el análisis que se realiza en la primera parte –‘La mirada del discípulo misionero’- aparece un panorama un poco desolador de la sociedad sevillana con sectores muy degradados.
Pienso que no es tan desolador porque, primero, es una perspectiva de un discípulo, es decir, de un evangelizador, que ve cómo está la evangelización, qué posibilidad tiene la evangelización hoy. Eso no quita reconocer que Dios sigue presente, por supuesto. Que no habrá nada ni nadie que pueda conmover ese fondo de la razón de ser de todo cuanto existe, pero ciertamente la tarea evangelizadora no encuentra ayuda en la cultura dominante y encuentra bastantes obstáculos. Por otra parte, también tenemos que plantearnos que evangelizar es llamar a la conversión. El Señor comienza su vida pública y empieza el anuncio de la buena noticia… ¿Y por dónde empieza? Llamando a la conversión.
En esa panorámica se descubren oportunidades ¿Qué aporta la Iglesia en Sevilla como algo propio y distintivo para contrarrestar este proceso de secularización progresivo?
Creo que la Iglesia aporta mucho. Por mucha secularización que hay en nuestra cultura dominante, no se borra de un plumazo una huella del Evangelio de veinte siglos, ¿no? Está presente en la vida de la Iglesia, sólo hay que ver mientras paseas por Sevilla y ves las iglesias, templos, cuadros… Hay un poso de cultura cristiana que tenemos que alentar y hacer que siga manando ese manantial, no darlo por secado.
Se insiste en el documento en el primer anuncio ¿No podemos darlo por supuesto?
Claro. El Papa está insistiendo en una Iglesia misionera. Por tanto, nosotros tenemos que evangelizar, la misión es el sentido de la Iglesia. Cuando se ha roto la transmisión de la fe en gran medida en las familias, de una manera importante en las escuelas y en las costumbres sociales, la catequesis no puede entenderse como la preparación coyuntural de un sacramento concreto, la primera comunión, sino que hay que empezar desde el principio, con ese primer anuncio: que Dios ha muerto por nosotros, que ha resucitado y nos ha salvado. Y ese es el anuncio principal que dice el Papa, como el que hizo la Iglesia primitiva cuando empezó a anunciar el kerygma. Los adultos, además, es necesario que tengan una vivencia personal de la fe y que se sacudan un poco la experiencia de un cristianismo heredado y rutinario.
¿Con qué obstáculos nos podemos encontrar tanto en el proceso de iniciación cristiana como en el evangelizador?
Hay un primer obstáculo: que no creamos que es posible. Nadie va hacia un lugar si cree que es utópico, que no se puede ir. Y la cruz pertenece siempre a la esencia de la evangelización. Una Iglesia que no quiera molestar a nada ni nadie, algo traiciona al Evangelio.
Hay un desafío: convertir la parroquia en una ‘comunidad de comunidades’, lo cual comportará mucho esfuerzo.
Sí, pero es fundamental. Me parece muy importante hacerlo tanto en parroquias como en otros ámbitos diocesanos o realidades sociales. El hecho de que tengamos manifestaciones religiosas masivas no suprime ni hace innecesaria esa experiencia cercana cristiana, donde yo sea querido, conocido por mi nombre, ayudado desde la fe…
En las Orientaciones llama la atención la figura de los visitadores misioneros.
Hay que darle un perfil. Las campanas solas no convocan, tenemos que salir. El Papa quiere una Iglesia en salida y los visitadores son cristianos que visitan, que convocan en casas particulares, en un bloque, en una calle, sectorizando la estructura de la Iglesia en las personas concretas, en sus domicilios. Eso no quita que nos podamos reunir en cada comunidad parroquial cada domingo, pero llegando a las personas.
¿Qué perfil tiene que tener el cura o seminarista en estas Orientaciones?
Esa formación (del seminarista) no se puede hacer para estos cinco años, ni la vida nuestra como sacerdotes es para un plan de cinco años. Hemos hecho una puesta de por vida, por tanto, las opciones tienen que tener un calado mayor y un horizonte más amplio de nuestra existencia. Yo creo que el pastor, sencillamente, debe creerse que es un pastor de la Iglesia misionera, de una Iglesia en salida, que tiene que estar con su pueblo. Si el pueblo no quiere salir, él tendrá que ir a donde está su pueblo. Tenemos que salir donde está el pueblo. Te pongo un ejemplo: antes ocurría una defunción de cualquier feligrés y lo traían a la iglesia; ahora, si el párroco quiere encontrarse con esa familia, tiene que ir a la familia si hace falta. Al papa Francisco, en una entrevista de hora y media que tuvo en 2014 con los obispos andaluces, un obispo le preguntó: “Santidad, ¿qué nos recomienda usted?” Él respondió: “El obispo que este en medio de su pueblo”. Pues eso vale para el obispo y para el párroco”
Por último, ¿con qué Iglesia le gustaría que nos encontrásemos en estos próximos cinco años en Sevilla?
No me gusta hablar de futuro en las Orientaciones. Dicen que la barca de Pedro se mueve con nuestro esfuerzo, implementándose según nuestros esfuerzos, pero también hay que extender las velas para que el soplo del Espíritu Santo llegue cuando quiera, como quiera. Y a veces es imprevisible. En cualquier caso, me gustaría una iglesia comunitaria -y esto es deseo del Arzobispo-, que sea mucho más fuerte y unida, fervorosa, que ame al señor. Además, una Iglesia que transmita a las familias y en todos los ámbitos, a las nuevas generaciones, una Iglesia comprometida con los pobres. Como dice el Papa, el que se ha encontrado con el amor de Dios tiene una inmediata consecuencia: se ocupa del bien del otro.