Entrevista a Rafael Muñoz, delegado diocesano para el clero: “No podemos guiarnos por criterios mundanos para valorar a los sacerdotes”
En este mes dedicado al Seminario, hoy toca hablar de los sacerdotes, un colectivo que supera en la Archidiócesis hispalense el medio millar, entre diocesanos, religiosos con cargo pastoral y miembros del Opus Dei. Rafael Muñoz (Las Torres de Cotilla, Murcia, 1950) es sacerdote filipense, vicario episcopal y delegado para el Clero.
¿Cuál es su cometido en este departamento de la Curia Diocesana?
La misión de esta Delegación trata de una tarea eclesial al servicio del señor Arzobispo y de todos los sacerdotes y diáconos de nuestra diócesis. Lo contemplo como servicio fraterno y pastoral, de comunión y misión. Comprende, desde la dimensión humana hasta todo lo referido a la vida espiritual, relaciones fraternas y misión de los presbíteros y diáconos. Esta tarea lleva consigo necesariamente una disponibilidad abierta a todos y cada uno.
¿Qué destaca del clero de Sevilla?
Si se refiere a su dimensión humana y pastoral, he de decir que nuestro clero desarrolla una gran tarea que les exige dedicación y trabajo. Esto lo llevan a cabo con envidiable entrega y fidelidad a la Iglesia, respondiendo a las necesidades que presenta nuestra sociedad. El trabajo que desempeñan es de un valor inapreciable por su complejidad, dadas las dificultades y exigencias que la actual situación cultural y religiosa que vivimos plantea hoy a la Iglesia y a los sacerdotes.
¿Tenemos en Sevilla los sacerdotes suficientes?
La tarea que realizan los sacerdotes no se puede cuantificar solo con criterios de rendimiento humano. En las circunstancias en las que se desarrolla nuestra vida actual, no puedo olvidar las palabras de Jesús: “la mies es mucha y los obreros pocos. Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Y yo no voy a corregir al Maestro. Estoy convencido de que hacen falta sacerdotes, en calidad y cantidad, para afrontar los retos de la Nueva Evangelización y los nuevos problemas que afectan a las costumbres y vida moral. Recuerdo, a propósito de esto, que toda la Iglesia tiene la obligación de orar para que tengamos muchos y santos sacerdotes.
El Seminario de Sevilla goza de buena salud, ¿pero asegura un relevo suficiente?
Gracias a Dios, los seminarios cuentan con un grupo de jóvenes generosos que se preparan con ilusión para ser sacerdotes. Pero, aun así, hablar de relevo suficiente es relativo. En estos últimos años han fallecido más sacerdotes que jóvenes se han ordenado. Nuestro pueblo cristiano ha de recuperar la fe y la confianza en sus sacerdotes y la misión que realizan. El sacerdocio ministerial siempre es necesario en la vida de la Iglesia.
¿Cuáles son las necesidades de los sacerdotes?
Son muchos los que coinciden en decir que vivimos en una sociedad caracterizada por la secularización y el consumismo. En esta sociedad se tiende a no valorar la dimensión religiosa. La consecuente repercusión en muchos de nuestros fieles cristianos, y por supuesto en tantos otros, se expresa sobre todo en cierto desafecto e insuficiente comprensión del servicio que los sacerdotes hacen a la vida de fe, a la vida de la Iglesia y al diálogo con el mundo. En la medida que se crece en la fe se crece en el sentido, estima y valoración de la misión de los sacerdotes hoy.
¿Qué demandan del resto de la Iglesia?
Mayor apertura, diálogo y colaboración de los fieles con los sacerdotes y viceversa, sobre todo en el campo de la vida de fe, del anuncio y la práctica del Evangelio en los ámbitos de la familia, educación, costumbres, y en la atención a los que, en sus necesidades, se acercan a nuestras Cáritas parroquiales, que son fruto y signo de comunión en la caridad cristiana. Detrás de cada grupo de catequistas y de voluntarios hay un sacerdote animando, apoyando y acompañando a todos los que lo integran.
¿Cómo llevan esa imagen estereotipada que con frecuencia se ofrece de los curas en no pocos medios de comunicación, cine, series de televisión…?
Comenzaría por decir que los sacerdotes no buscamos ni el aplauso ni pedestales, sino el respeto, la verdad y la libertad para compartir y expresar la fe con los que deciden seguir a Jesucristo. En segundo lugar, desde el principio se da la lógica de la contradicción porque “el discípulo no es más que su Maestro”. No podemos guiarnos por criterios mundanos para valorar a los sacerdotes. Una mirada sencilla descubre en la mayoría de ellos una vida generosa y entregada a la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad. Soy testigo de ello.
¿Quizás hace falta un esfuerzo a la hora de mostrar una realidad sin duda más numerosa y positiva?
Sin duda alguna la realidad de los que desgastan sus vidas día a día es mucho más numerosa y positiva. La fuerza está en el testimonio del servicio permanente, constante, fiel, que está siempre. Eso es fácil de mostrar, basta con acercarse a la vida de nuestras comunidades y parroquias, aunque la Iglesia no es un escaparate. Éste es signo humilde y generoso de la presencia de Dios entre los hombres. El esfuerzo ha de ser también el de aquellos que necesitan despertar para verlo.
En referencia al encuentro en el Vaticano sobre los abusos, ¿no cree que nunca como hasta ahora tan pocos han hecho tanto daño a un colectivo tan amplio?
El Papa ha sido explícito y concreto en cuanto al modo de proceder, y el presidente de la Conferencia Episcopal se ha expresado en total acuerdo con lo manifestado por el Santo Padre en cuanto a las líneas de actuación que se van a seguir. Queda pedir la gracia del arrepentimiento y la conversión por la penitencia y la oración de los que han ocasionado estos males, y el perdón y acompañamiento a las personas que los han padecido.
¿Hasta qué punto esta polémica ha afectado a su relación con los fieles?
Ciertamente se ha originado una atmósfera que en algunos fieles ha podido crear desconcierto y confusión, dándose con más facilidad en aquellos que no tratan de cerca a los sacerdotes. Cuando conocen a sus sacerdotes y su dedicación, la opinión suele cambiar. Por eso las familias siguen confiando la educación y experiencia de fe de sus hijos y adolescentes a las parroquias y al buen hacer de catequistas y sacerdotes.