Epifanía, ante una nueva década
La fecha de inicio de la nueva década es objeto de debate. Recuerdo que en año 2000 se plateaba lo mismo. Posiblemente la década se inicia en el 2021, pero queda apropiado pensar que es en el 2020. Por otro lado se ha tomado varias veces la fecha de 2020 para iniciar un mundo mejor, por ejemplo con los planes del Horizonte 2020. Los que ya hemos vivido mucho sabemos que el mundo está peor en 2020, frente a los optimistas políticos que crearon el Horizonte 2020 para mejorar el planeta. Ahora, posiblemente los mismos políticos, han creado el Horizonte 2030, donde el mundo estará mejor. Hay poca esperanza en la política mientras no se acometan cambios estructurales globales. El Papa Francisco llama a una conversión global, a una Revolución Cultural.
En Laudato Si´ nos dio abundantes pistas, al igual que el Evangelii Gaudium. Es una pena que los documentos del Papa Francisco no sean la referencia en las reuniones internacionales, ni la hoja de ruta rectora de nuestros dirigentes y responsables económicos. A inicios de una nueva década estoy convencido que la Revolución Cultural necesaria se podría hacer desde la luz del buen Evangelio de Jesús.
Nuestro Arzobispo, Don Juan José Asenjo pelegrina, nos ha regalado, de nuevo, un excelente documento: En la Fiesta de la Sagrada Familia. Nos dice que la familia es la escuela del más rico humanismo (GS, 52). Es muy bella la idea que nos manifiesta en su documento que la familia es además el santuario de la vida porque la acoge, custodia y acompaña desde la cuna hasta su ocaso natural como un don de Dios. Recomiendo la lectura meditada del documento a inicios de este año para que valoremos lo que tenemos. Vivamos en familia y protejámoslas.
El texto de Don Juan José Asenjo Pelegrina me hace pensar en las familias destrozadas por la economía descarnada que vivimos sin que se haga nada real para pararla, las drogas que no cesan (recordemos que la heroína ha vuelto a Sevilla), las familias migrantes destruidas debido a guerras (que alimenta nuestra sociedad con la venta de armas, incluida España), mujeres y niños sufriendo en familias que deberían vivir en paz, familias que no pueden pagar la luz mientras los rendimiento de las empresas eléctricas aumentan ante la pasividad política de los que discuten cosas alejadas de las necesidades reales de la ciudadanía (pensemos en el bochornoso espectáculo político que vive España), una banca nacional ausente y necesaria en España. Muchas familias sufren en España, y muchísimas en el mundo. A inicios de esta década, demos por hecho que ya ha empezado, tenemos un documento de referencia de la Organización de las Naciones Unidas: los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Deseamos se cumplan a nivel local y global. Pero me temo que sin la Revolución Cultural que pide el Papa Francisco es imposible. Ojalá en mundo se impregnara del buen Evangelio de Jesús en esta década, empezando ya en la primera semana de enero. Celebramos la Epifanía, la Manifestación de Dios al mundo, visualizada por los Magos que visitan el pesebre de Belén, donde está la Sagrada Familia. Pienso lo necesario que sería que los responsables y dirigentes del mundo, los políticos y los que maneja las finanzas, tuvieran su Epifanía, su encuentro con Jesús y su mensaje. Si los políticos y los poderoso se impregnaran de la luz de Jesús, la luz de Dios, y llevaran a la práctica el mensaje del Evangelio a todos los niveles no harían falta tantas reuniones inútiles en las que no se consigue nada más que proyectar el problema hacia el futuro (2030 o 2050) ante la incapacidad, por diferentes motivos, de resolverlo ahora en el tiempo que las personas sufren y mueren. Celebramos la Epifanía, ojalá sea un momento de conversión de muchos visitando el portal ilumina por la Luz que no cesa. Vivamos cada uno la Epifanía en nuestros corazones y recemos porque exista esa Epifanía Global de los poderosos, donde encuentren la luz del Evangelio de Jesús que ha nacido para quedarse con nosotros. Meditemos sobre el sentido de la Epifanía al inicio de una nueva década, donde la luz transformadora del Evangelio debería iluminar el mundo, desde lo local a lo global.
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