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Escultura de vanguardia en la Parroquia de los Remedios (II)

La Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios conserva dos obras excepcionales de la escultura religiosa de la segunda mitad del siglo XX, ambas del escultor José Luis Sánchez Fernández. Hoy nos ocupamos de la Virgen de los Remedios que ocupa la fachada principal.

La fachada principal de la Parroquia de los Remedios muestra una interesante solución compositiva que presenta un potente voladizo bajo el cual se desarrolla el recuadro de hormigón, obra del escultor catalán José María Subirachs, conocido por sus trabajos en la Sagrada Familia de Barcelona. Esta gran pantalla aparece dividida en cuatro partes, decoradas profusamente con la repetición de la inscripción AVE MARIA, por una gran cruz cóncava en cuya intersección se dispone una representación del Espíritu Santo en forma de paloma que señala la imagen de la Virgen de los Remedios que se dispone debajo, flanqueada por dos ángeles a cada lado, todo ello en hormigón en su color. Estos ángeles reproducen los que realiza en cerámica José Luis Sánchez en colaboración con Arcadio Blasco para la iglesia de Torre de la Reina y dotan de movilidad y dinamismo al conjunto.

La escultura de la Virgen, fechada en 1961, es una interesante muestra del arte de su momento, en el que los artistas contemporáneos intentaron superar la nula calidad de las obras realizadas en serie que poblaban las iglesias volviendo a la sencillez del arte del pasado, especialmente del románico. Así se descubre en numerosas imágenes marianas del autor que guardan relación con esta de los Remedios, como la Virgen con el Niño de la capilla de los Hermanos Maristas de Elviña, y sobre todo la Santa Ana con la Virgen y el Niño de la iglesia de Santa Ana de la localidad madrileña de Moratalaz, imágenes de gran contundencia, sobriedad y elegancia.

La Virgen de los Remedios presenta una acusada frontalidad y simetría, y se caracteriza por la búsqueda de la belleza en la esencialización de las formas y la renuncia a lo superfluo, presentando una gran fuerza expresiva. Aparece la Virgen sentada sosteniendo en su regazo al Niño Jesús, el cual muestra los brazos abiertos dispuestos perpendicularmente a su cuerpo, formando así el símbolo de la cruz, evidenciada ésta aún más por no aparecer detalladas las manos. Destacan en todo el conjunto los rostros tanto de la Madre como del Hijo ya que, a pesar de su hieratismo, el autor consigue humanizar ambas figuras a partir del recurso de trabajar sólo lo verdaderamente importante y esencial. De la cabeza del Niño salen unos rayos que indican su divinidad; en realidad son unas incisiones realizadas en el pecho de la Virgen.

Para el autor, la figura de la Virgen debía aparecer en un lugar del templo que evidenciara “su papel de mediación, cercana al pueblo, asequible, humilde, como Madre de Dios y Madre del pueblo”. Es lo que consigue aquí al disponer la imagen en la puerta de la Parroquia.


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