Hacerse prójimo para servir en la compleja realidad del hecho migratorio

Hacerse prójimo para servir en la compleja realidad del hecho migratorio

La Iglesia Universal celebra este domingo 27 de septiembre, la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado bajo el lema “Como Jesucristo, obligados a huir”.  Este año, el papa Francisco ha dedicado la Jornada al drama de los desplazados internos, una situación a menudo invisible, que la crisis mundial causada por la pandemia de la COVID-19 ha agravado.  La Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado trata de poner rostro a estas personas vulnerables rescatándoles de las listas anónimas de cifras, tratando, además, de sensibilizar a la comunidad cristiana que reconoce a Jesús en cada persona obligada a huir.

En principio, podríamos pensar que en nuestra ciudad o, de manera más general, en nuestro país, no existen propiamente desplazados internos, pero tal y como nos indican los obispos en su mensaje para esta jornada: «¿No son desplazados internos las víctimas de trata que en nuestro país se desplazan huyendo de las mafias? ¿No son desplazados internos quienes por las consecuencias económicas de la pandemia han tenido que cambiar de provincia, ciudad, barrio o casa? Y quienes han quedado al margen del sistema, engrosando el colectivo de pobreza severa ¿no son desplazados internos? ¿Cómo llamamos a los que han seguido llegando a nuestra patria en estos días terribles de crisis sanitaria y deambulan de un lugar a otro?”.

La Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado procura poner rostro a estas personas vulnerables recatándoles de las listas anónimas de cifras. Se trata de sensibilizar a la sociedad española para que asegure los derechos de la dignidad humana a toda persona obligada a desplazarse.

“Acercarnos como prójimos”

Los obispos de la Subcomisión de Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española, con motivo de esta jornada, manifiestan su cercanía y compromiso con “todos los desplazados internos: migrantes, refugiados, víctima de trata, menores en riesgo, feriantes, gentes del mar, gitanos y trabajadores del turismo y de la carretera”.

Aseguran que “la situación en Europa y España es muy preocupante, dado que las previsiones para el tratamiento del fenómeno migratorio van a afectar muy dolorosamente a las personas en movilidad, ya sea por la enfermedad y sus secuelas, y por la previsible crisis social y económica que se avecina”.

En consecuencia, “el futuro va a suponer una dificultad mayor, entre otras causas por los nuevos problemas en las fronteras y por el riesgo de que se produzcan situaciones de expulsiones de migrantes u otras medidas que puedan afectarles en su situación de migrantes forzosos”.

Al respecto, los obispos españoles han conjugado los nuevos verbos propuestos por el papa Francisco para todos los colectivos implicados en estas circunstancias, que se suman a los términos: acoger, proteger, promover e integrar, empleados en el Mensaje para esta misma Kornada en 2018. A estos cuatro vocablos, quiso el Santo Padre añadir ahora otras seis parejas de verbos, que se corresponden a acciones muy concretas, vinculadas entre sí en una relación de causa-efecto. Conocer para comprender; hacerse prójimo para servir; reconciliarse para escuchar, crecer para compartir, involucrarse para promover y colaborar para construir”.

A juicio de los obispos, “los miedos y los prejuicios -tantos prejuicios-, nos hacen mantener las distancias con otras personas y a menudo nos impiden acercarnos como prójimos y servirles con amor. Acercarse al prójimo significa, a menudo, estar dispuestos a correr riesgos, como nos han enseñado tantos médicos y personal sanitario en los últimos meses”.

“Escuchar”

A lo largo del mensaje con motivo de la Jornada Mundial de los Refugiados y Migrantes, los obispos de España expresan que “en el mundo de hoy se multiplican los mensajes, pero se está perdiendo la capacidad de escuchar. Durante este año, “el silencio se apoderó por semanas enteras de nuestras calles, un silencio dramático e inquietante, que, sin embargo, nos dio la oportunidad de escuchar el grito de los más vulnerables, de los desplazados y de nuestro planeta gravemente enfermo. Y, gracias a esta escucha, tenemos la oportunidad de reconciliarnos con el prójimo, con tantos descartados, con nosotros mismos y con Dios, que nunca se cansa de ofrecernos su misericordia”.

“Compartir, involucrarse y colaborar”

La pandemia nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco, por eso “hay que aprender a compartir para crecer juntos, sin dejar fuera a nadie”.  Debemos motivar espacios –escriben los obispos– donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, fraternidad y solidaridad”.

Por tanto, este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que afrontamos nos une a todos y no hace acepción de personas.  “Para preservar la casa común y hacer todo lo posible para que se parezca, cada vez más, al plan original de Dios, debemos comprometernos a garantizar la cooperación internacional, la solidaridad global y el compromiso local, sin dejar fuera a nadie”.

Lo anterior, evidencia que todos nos necesitamos para seguir conjugando estos verbos tan comprometidos. “La experiencia de Jesús, obligado a huir, es fundante. Sabemos que Él entiende, acompaña y fortalece a cada persona obligada a desplazarse”.

“Cada quejido de los pobres, llena de confusión el corazón de Dios”

También en el siglo XVII, San Vicente de Paúl escribió “los pobres que se multiplican todos los días, que deambulan por las calles, que no saben adónde ir, ni qué hacer. Ellos constituyen mi peso y mi dolor”. Esta misma realidad persiste en el siglo XXI, los migrantes, refugiados y desplazados que invisibles para muchos, obligados a salir de su tierra, a dejarlo todo en busca de paz, libertad, de una vida mejor, requieren necesariamente, de una mirada evangélica, de fe, que conlleve a “adentrarnos en la fragilidad y la vulnerabilidad de sus existencias”.

Antes de la pandemia había numerosas noticias sobre distintos conflictos en el mundo, sobre Venezuela, Siria, las pateras que llegan a Europa, sobre las vallas de Ceuta y Melilla…. Llegó el virus y terminó durante meses con estas noticias. ¿Ya no hay refugiados? ¿Se han arreglado de repente todos estos conflictos y problemas? Los datos más recientes sobre refugiados en el mundo se han hecho públicos con motivo del Día Mundial de Refugiado, el 20 de junio de este año.

En 2019 España batió un récord de nuevas peticiones de asilo: 118.264. El 80 por ciento procedentes de América Latina: Venezuela (40.906), Colombia (29.369), Honduras (6.972), Nicaragua (5.931), El Salvador (4.784). El papa Francisco, en su referido Mensaje para la Jornada del Migrante y Refugiado dijo que “cuando hablamos de migrantes y desplazados, nos limitamos con demasiada frecuencia a números. ¡Pero no son números, sino personas!”.

Sevilla, una diócesis de acogida  

La Archidiócesis de Sevilla, a través de diversos proyectos e iniciativas ha acogido e integrado a cientos de migrantes en sus realidades eclesiales y proyectos pastorales. A continuación, ofrecemos breves testimonios de personas insertadas en grupos y movimientos de apostolado que, tras su llegada a tierras sevillanas, han sentido el calor y la cercanía de una Iglesia que ha salido a su encuentro.

José Daniel Rodríguez es nicaragüense, nació en el departamento de Matagalpa en 1987, está casado y es padre de dos hijos. “Me casé en Nicaragua y a los seis meses emigré a España y estoy en esta bendita tierra desde el 2015. Dios me ha regalado dos angelitos que me dan fuerzas para hacer más llevadero estar fuera de mi país”.

Actualmente, José Daniel pertenece a la Parroquia de Santa María de la Mesa. “Me he integrado al servicio en el Santuario de Consolación de Utrera y estar tan cerca de nuestra Madre alimenta mi fe y me siento bendecido por tan preciado regalo de Dios”. “Provengo de una familia muy religiosa. Mi padre era ministro de la Palabra e iba de comunidad en comunidad predicando el Evangelio. Mi madre era catequista de Primera Comunión. Desde muy pequeño me inculcaron los principios cristianos y marianos, nuestra familia es muy devota de la Virgen de Guadalupe, por eso digo que estar en el Santuario de nuestra Madre de Consolación es un regalo de Dios”.

Durante su tiempo libre ejerce el voluntariado en la asociación nicaragüense “Por gracia de Dios”. Este movimiento surgió “desde el sentimiento cristiano de ver tantos compatriotas míos cuya fe se ha visto debilitada al ver tanta necesidad”. Todas estas razones le motivaron a fundar junto a su hermano y amigos esta asociación. “Todo este trabajo lo realizo como un servicio pastoral y lo que me mueve son mis principios cristianos”.

“Ser migrante es como nacer de nuevo”

Jean Marc Fouassi Koffi nació en Costa de Marfil. Ha cursado estudios en programación artesanal, electricidad, soldadura, formación digital E-comercio y actualmente estudia el Grado medio de Mecanizado (programación robótica y fabricación industrial).

“Tenía 16 años cuando llegué a España y ocurrió una historia espectacular en mi vida”. Jean Marc cuenta que no conocía a nadie, por eso ha vivido en carne propia lo que significa nacer de nuevo. “Yo me sentía como un niño que en ningún momento de su vida había pronunciado ninguna palabra y ahora le tocaba aprender hasta la forma de hablar”.

Acudió a la parroquia más cercana, allí “me aceptaron como miembro de la familia parroquial, me bautizaron e hice la Confirmación años después. Al día de hoy agradezco lo que hizo la parroquia y el barrio por mí, a todas las personas que me han apoyado y me siguen ayudando con oración, que me tienen en sus pensamientos, os lo agradezco muchísimo”.

“Asociación Solidarios Unidos”

Giovana del Socorro González nació en Nicaragua en 1970, está casada y es madre de dos hijos. Francia fue su primer destino tras abandonar su país de origen, años más tarde sentó su residencia en España. De esa etapa de su vida da “gracias a Dios por el amor, la fortaleza y el optimismo que me ha dado para luchar ante cada adversidad”. En París se incorporó al Camino Neocatecumenal en la Iglesia Saint-Honoré d’Eylau. En España, durante los primeros años solo asistía a misa, sin embargo, desde 2017, inició un voluntariado en la Delegación Diocesana de Migraciones. Actualmente pertenece a las parroquias Nuestra Señora de los Ángeles (Montequinto) y Nuestra Señora de la Candelaria (Sevilla). Los pilares de su fe se construyen sobre la convicción de que “Dios es amor, justicia y misericordia. Dios que escucha e interviene en mi vida diaria”.

Junto a un grupo de voluntarios, Giovana fundó la “Asociación Solidarios Unidos”, el 18 de febrero de 2017, que dio sus primeros pasos como “Grupo Intercultural Latinos Unidos y Solidarios” en la Parroquia Nuestra Señora de la Candelaria. Posteriormente, sus integrantes presentaron las iniciativas y proyectos a la Delegación de Migraciones. El objetivo de la Asociación es “acoger y ayudar a personas vulnerables, sobre todo migrantes” a través del proyecto de casa de acogida cedida por una religiosa Jesuitina, miembro de la Asociación. “Se trata de crear un ambiente cercano de convivencia fraternal”, refiere Giovana.

«Dios ha sido el motor»

Graciela Ruiz es paraguaya, hace tres años de su llegada a España. Desde entonces, «con mucha ilusión he estado integrándome de lleno a la vida pastoral de la Archidiócesis de Sevilla». Pertenece a la Parroquia Concepción Inmaculada donde sirve como catequista. A nivel diocesano está vinculada con Caritas Universitaria, la Pastoral Juvenil, el Hospital San Juan de Dios, los Espacios Berakah y las adoradoras en San Onofre.

«Participo en la Eucaristía diaria y en mi cotidianidad vivo la fe a plenitud, dando testimonio de que una persona puede marcharse a otro país, incluso a otro continente y permanecer con su compromiso pastoral cristiano».

Para ella, el refugio en Dios «ha sido el motor para tener fuerzas y sobrellevar la lejanía de mi familia, de mi hogar y saber que en los próximos 4 o 5 años no iba a poder regresar a mi país». Manifiesta estar eternamente agradecida a Dios por las personas que ha puesto en su camino. «Uno de los privilegios que tuve fue conocer a las Religiosas de María Inmaculada, a través de ellas me vinculé a Cáritas Universitaria y de ahí a la Pastoral Juvenil de la Archidiócesis».

Hablar de integrar, integración e integrarnos en tiempos, especialmente  de COVID-19 es todo un reto, o, mejor dicho, una oportunidad para trazar caminos, e intentar diseñar desde las propuestas y el deseo de Jesús: «Que todos seamos uno».

 

 

 

 


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