Hasta el 2 de febrero se podrá ganar la indulgencia rezando ante un belén en una iglesia franciscana
Desde el 8 de diciembre los fieles católicos podremos recibir la indulgencia plenaria rezando ante un Belén en una iglesia franciscana. Se trata de una solicitud que la Familia Franciscana realizó a la Santa Sede con motivo de la celebración del VIII centenario del primer Belén de la historia, que tuvo lugar en la localidad italiana de Greccio por San Francisco de Asís, no en vano, es patrón de los belenistas. En el texto remitido al Santo Padre se solicita esta indulgencia “con el fin de promover la renovación espiritual de los fieles y aumentar la vida de gracia”.
De esta forma, hasta el 2 de febrero de 2024, fiesta de la presentación del Niño Jesús en el Templo, aquellos que se detengan en oración ante los pesebres “en todas las iglesias que nos han sido confiadas para el cuidado pastoral” -señala la Conferencia de la Familia Franciscana- podrán obtener la indulgencia, cumpliendo con las condiciones para ello establecidas (confesar, comulgar y rezar por las intenciones del Santo Padre). También es necesario -según reza la solicitud franciscana- “participar devotamente en los ritos jubilares o al menos detenerse frente al belén allí preparado, dedicando un tiempo adecuado a piadosas meditaciones, concluyendo con el Pater Noster, símbolo de la fe y las invocaciones a la Sagrada Familia de Jesús, María, José y San Francisco de Asís”.
En cuanto a los ancianos o enfermos que no puedan salir de casa, podrán ganarla “con el arrepentimiento de todo pecado y con la intención de cumplir cuanto antes las tres condiciones habituales, participando espiritualmente en las celebraciones jubilares, con el ofrecimiento a Dios misericordioso de sus oraciones, los dolores y las molestias de su propia vida”.
Fray Cesare Vaiani, OFM, definidor general e integrante del Comité de la Familia Franciscana para el VIII Centenario Franciscano, describe la peculiaridad de la Navidad en Greccio de San Francisco hace 800 años: “Francisco quiso celebrar esa vigilia en la noche de Navidad, para ver ‘con los ojos del cuerpo’ (como el mismo escribe) la penuria y la pobreza en la que Jesús quiso nacer, y reconstruye de algún modo el escenario de la Natividad de Jesús: una cueva, el asno, el buey y un altar colocado sobre el pesebre con heno”. Añade, además, que en esa noche “la celebración de la Eucaristía ocupa un lugar central, porque, según Francisco, cada vez que se celebra la Eucaristía se repite el misterio de la Encarnación, porque Dios se hace presente en un trozo de pan y en un poco de vino, como se hizo presente en la noche de Belén”.