#Haz Memoria | Carmen Hernández: Una vida entregada a la educación y la catequesis
En ocasiones la vida se porta bien, y te coloca delante de personas a las que Dios concedió muy pronto el don de mejorar la existencia de los demás. Están donde están porque hacen falta, porque ese lugar, ese instante y esa situación precisan almas cuyo primer contacto revela que ya ha merecido la pena el día. Una de esas personas es Carmen Hernández, hija, hermana, esposa, madre, abuela, maestra jubilada, catequista y amiga. Desde 2004 colabora con la Iglesia diocesana en el Departamento de Catequesis, su gran vocación, un servicio que le valió para recibir un homenaje público por parte de la Archidiócesis de Sevilla de manos de monseñor Juan José Asenjo, arzobispo emérito, en octubre de 2020 cuando le entregó la medalla Pro Ecclesia Hispalense.
Esta semilla por acompañar a otros en su formación se plantó hace mucho: “Mi entrega a los demás parte de la enseñanza que recibí de mis padres y hermanas”, subraya. Afirma también que no sería la misma sin esos años en los que “aprendí a rezar y a entregarme”, y es consciente de que “Dios se ha valido de las personas que ha puesto en mi camino para que sea quien soy”.
Maestra de profesión, ha ejercido esta vocación en unas condiciones hoy inimaginables. Martilandrán, en la comarca cacereña de las Hurdes, fue su primer destino, sin luz eléctrica y en unas condiciones muy modestas que se repitieron en sucesivos destinos. Gata, San Fiz do Seo, Serradilla de Llano, Los Palacios y, finalmente, Sevilla, son los hitos de una trayectoria marcada por la enseñanza y la disponibilidad absoluta allí donde cada párroco entendiera que hacía más falta.
Los niños siempre han sido su debilidad, de ahí que se cuenten por miles los que han recibido los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación después de pasar por las manos de esta mujer que ha jalonado su vida con una bonhomía que contagia. Y es precisamente su testimonio el que contagia el amor a Dios y la pertenencia a la Iglesia: no solo una serie de sesiones descritas en un programa catequético, sino que el verdadero secreto de esta catequista es que su vida testifica la Buena Noticia.
Carmen es y se siente querida, y posiblemente este sea el mejor resumen de una vida plena que sigue dando frutos.