Hermandades y política
No creo que estos tiempos sean peores que cualquier otro. Tampoco mejores. Sencillamente son los que nos ha tocado vivir y en ellos nos tenemos que desenvolver.
La acción social que vienen realizando las hermandades no se limita, no se puede limitar, a la asistencia a personas necesitadas de ayuda material. Unos de los fines canónicos de cualquier hermandad es el tratar de mejorar, con espíritu cristiano, su entorno social; proporcionar a sus hermanos, y a la sociedad en general, criterios para mejorar como personas y como sociedad.
En los políticos delegamos parcial y temporalmente nuestra capacidad de autogobierno, pero no nuestros valores. Precisamente éstos son lo que han de guiar su gestión, ya que la política no puede basarse en cálculos electorales, sino en valores ordenados a la búsqueda pacífica del bien común.
“¡Europa, sé tú misma, recupera tus raíces cristianas!” era el grito de San Juan Pablo II en Compostela en el año 1982, repetido por el Papa Francisco en su reciente discurso ante el Parlamento Europeo. Sólo con la defensa firme de los principios que consolidan nuestra civilización lograremos una sociedad más justa, más acorde con la dignidad humana.
La acción social de las hermandades, esa otra acción social que estamos comentando, no consiste en “hacer política” en el sentido convencional, sino en proporcionar a los hermanos, en particular, y a sociedad civil en la que se insertan, ideas claras sobre la familia, el derecho a la vida, la Doctrina Social de la Iglesia y otros similares. No se trata de ofrecer soluciones concretas, sino de presentar los principios generales que deben guiar a la sociedad. En animar a la sociedad a recuperar sus valores y luchar por llevarlos a la vida real. Todo un reto para las Juntas de Gobierno, especialmente para los responsables de Formación.
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