Homilía en la Coronación Canónica de la Virgen de la Piedad. Hermandad de la Vera+Cruz. Albaida del Aljarafe (04-05-2024)

Homilía en la Coronación Canónica de la Virgen de la Piedad. Hermandad de la Vera+Cruz. Albaida del Aljarafe (04-05-2024)

Homilía en la Coronación Canónica de la Virgen de la Piedad. Hermandad de la Vera+Cruz. Albaida del Aljarafe, 4 de mayo de 2024. Lecturas: Hechos 10,25-26. 34-35; Sal 97,1. 2-3ab. 3cd-4; I Jn 4,7-16; Jn 15, 9-17.

Saludos: Queridos hermanos y hermanas presentes en esta celebración: Sr. Párroco, Delegado Episcopal, sacerdotes concelebrantes, diácono; Sr Alcalde y Corporación Municipal de Albaida del Aljarafe; Consejo Pastoral; Fervorosa, Ilustre, Seráfica y Antigua Hermandad del Santísimo Cristo de la Vera+Cruz y Nuestra Madre y Señora de la Piedad; Representaciones de Hermandades de Gloria y Penitencia; hermanos y hermanas presentes en este día de la Coronación Canónica de Nuestra Madre y Señora de la Piedad, un día tan grande de fiesta para todos nosotros. Demos gracias a Dios y a María Santísima, por nuestra fe, por nuestra historia, por todos los albaidejos que nos han precedido en este camino, durante más de cinco siglos, en la Parroquia, en la Hermandad y en la Villa.

Coronamos hoy a Nuestra Madre y Señora de la Piedad porque es verdaderamente Reina. Ella es Reina por ser la Madre de Jesucristo, y también porque tiene un papel excepcional en la obra de la salvación. Esta tarde, con la celebración de la Eucaristía y la Coronación Canónica, expresamos nuestro fervor y amor de hijos, y reafirmamos nuestro compromiso de fidelidad hacia ella, que en todas las circunstancias de la vida nos acompaña con su protección. Nuestra Madre y Señora de la Piedad nos sostiene en la fe que hemos recibido de nuestros padres, y nos impulsa para vivirla y transmitirla a los demás, en especial a nuestros niños y jóvenes.

El evangelio que hemos escuchado nos transporta al cenáculo, al discurso de despedida de Jesús, antes de la Pasión, cuando se despide de sus apóstoles y les abre el corazón. Los invita a tener fe, a confiar en Dios y en él, y les habla de fructificar en el amor a partir de la alegoría de la vida y los sarmientos, que concluye con una lección sobre el ejercicio de la caridad, el amor cristiano. La idea central, a lo largo del texto, es permanecer en Cristo. También les comunica su alegría, que ha de ser plena en ellos, y su amistad. Les da el mandamiento nuevo del amor y urgiéndoles a permanecer en su amor: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Por lo tanto, un amor sin límites, un amor hasta dar la vida.

Este es el ideal que el Maestro nos ofrece y el único camino para encontrar la felicidad, la paz, la alegría, que en el fondo de su corazón todo ser humano anhela. No faltará quien piense que se trata de una ingenuidad, y que no hay más que seguir los telediarios para comprobar la fuerza de la codicia, que provoca crisis económicas continuamente, o la fuerza del odio, que se manifiesta cada día en conflictos bélicos entre países, en violencia callejera, y, en ocasiones, el seno mismo de las familias. Por otra parte, también nosotros experimentamos fracasos después de hacer propósitos sinceros de amar, y de ayudar a los demás. Sin duda habrá quien llegue a la conclusión de que para el ser humano es absolutamente imposible cumplir este mandamiento.

Pero eso significaría renunciar a toda esperanza, caer en el pesimismo radical respecto al ser humano. Por eso hay que volver la mirada al Santísimo Cristo de la Vera+Cruz, y reconocer que el secreto está en permanecer en Él, unidos a Él, arraigados en Él. Y la gran novedad consiste en que no nos señala una norma externa y extraña que se impone desde fuera, sino que nos comunicaa la expresión de un dinamismo que brota precisamente del interior, de la unión con Cristo. Sólo a partir de este fundamento se puede entender el mandamiento del amor. Las verdades de fe, la celebración de los misterios y la vida moral vienen a ser como tres dimensiones de una única vida de unión con Cristo, y es consecuencia del encuentro con él.

Y ¿cómo podremos permanecer en el amor de Cristo? Viviendo en amistad con Él, siguiendo sus enseñanzas. Su mayor acto de amor consiste en dar la vida en la cruz por la salvación de todos, y esa entrega queda perpetuada mediante la Eucaristía, en la que se nos da como alimento. En la Eucaristía vivimos la unión con Cristo y con los hermanos, y recibimos la fuerza para amar a Dios y a los demás, para perdonar, para compartir, para salir al encuentro de los más necesitados. Amar a Dios y al prójimo serán dos dimensiones inseparables de una única actitud. Esta vivencia del mandamiento nuevo de Jesús ha de ser el distintivo visible de cada cristiano, de cada Hermandad, de cada Parroquia.

Nuestra Madre y Señora de la Piedad camina con nosotros y nos lleva de la mano, y nos enseña a preparar la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Ella es verdaderamente Madre de Dios porque es la Madre del Hijo eterno de Dios hecho hombre. Es realmente madre nuestra porque Jesús antes de morir en la cruz, le encargó una nueva misión: ser la madre de todos los creyentes, por eso colaboró con su Hijo en la obra de la redención desde el principio hasta el final. Nosotros también tenemos una misión en la vida, en el mundo, en la Iglesia. Nuestra Madre y Señora de la Piedad nos enseña a llevarla a cabo con confianza. Hoy, con la Coronación Canónica, hacemos el firme propósito de que reine en nuestros corazones, en nuestros hogares, en Albaida del Aljarafe, nuestra Villa.

Hoy pedimos especialmente a Nuestra Madre y Señora de la Piedad que ayude y proteja a los albaidejos y a los fieles de toda la archidiócesis, para que permanezcamos unidos a Cristo y demos frutos de amor. Ayúdanos a mostrar tu amor y piedad de Madre especialmente a los que sufren, a los marginados, a los indefensos, a los más necesitados. Ayúdanos a defender la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, a servir a los más pobres, los enfermos, los ancianos que están solos; a los niños y jóvenes desfavorecidos, a los que sufren en medio de situaciones familiares rotas; a los inmigrantes, a las personas que no tienen trabajo. Enséñanos, Madre, a trabajar por una sociedad más justa y fraterna, danos fuerza para trabajar por la paz, para construir un mundo en paz. Enséñanos a mantenernos firmes cuando llegue el momento de la cruz, y danos la fuerza para no caer en el desánimo cuando el sufrimiento y la oscuridad se hagan presentes en el camino.

Queridos hermanos: hoy tiene lugar aquí un acontecimiento histórico: la Coronación Canónica Nuestra Madre y Señora de la Piedad. Una corona para la Madre que tanto amamos y veneramos. Coronar una imagen de María significa aceptarla como Reina de cielos y tierra, y acogerla en nuestro corazón como Reina y Madre. Contemplad su imagen. Ella conoce vuestras penas y problemas, vuestro dolor; ella os entiende, os escucha y os espera. Ella sabe más que nadie de piedad y misericordia, de consuelo y esperanza. Cuando estéis cansados y agobiados, acudid a ella, que os reconfortará; y cuando estéis alegres y felices, acudid también a ella, para reforzar aún más el gozo y la esperanza.

En este día de fiesta damos gracias al Señor por el don de nuestra Madre, y queremos seguir caminando de su mano y bajo su protección; damos gracias a María Santísima, que nos enseña a confiar en Dios y a seguir el camino que conduce a Jesús. Todos nos encomendamos a su protección: Nuestra Madre y Señora de la Piedad, ruega por nosotros.


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