«HOY ES EL DOMUND», Carta con motivo de la jornada del DOMUND (24-10-10)
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Propagación de la Fe, el popular DOMUND. En ella, todos estamos llamados a reflexionar sobre la urgencia e importancia que tiene, también en nuestro tiempo, la acción misionera de la Iglesia. A lo largo de este mes, gracias al esfuerzo del equipo de la Delegación de Misiones, está resonando con especial intensidad en todos los rincones de la Diócesis el mandato misionero de Jesús: «Id y haced discípulos de todas las gentes, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19-20).
Hace más de cincuenta años, concretamente en el año 1957, el Papa Pío XII publicaba la encíclica Fidei donum. Con ella, pretendía estimular la cooperación entre las Iglesias en la misión ad gentes. La Iglesia de Sevilla respondió a este llamamiento enviando un grupo de sacerdotes a distintos países de América Latina, algunos de los cuales siguen en la brecha, a los que saludo con especial afecto y gratitud. Nuestra Archidiócesis se siente orgullosa de haber proporcionado en el pasado a las Misiones medios materiales y, sobre todo, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, que, habiendo tomado en serio el mandato misionero de Jesús, lo dejaron todo para anunciarlo en los llamados «países de Misión».
Hoy las circunstancias han cambiado. La secularización creciente, la crisis de la familia, la disminución de las vocaciones y el envejecimiento del Clero en los países de vieja cristiandad han tenido como efecto que algunas Iglesias de Occidente se hayan encerrado un tanto sobre ellas mismas debilitando su servicio a las Misiones. A pesar de todo, también en esta coyuntura hemos de abrirnos con confianza a la Providencia de Dios, que nunca abandona a su Pueblo y que, con la fuerza del Espíritu Santo, lo guía hacia el cumplimiento de su plan eterno de salvación. Con esta confianza, a pesar de que nuestra Archidiócesis necesitaría unos cuantos sacerdotes más que cubrieran algunas necesidades perentorias, con el respaldo del Consejo Episcopal y respondiendo complacido a su petición expresa, he decidido enviar este año a dos jóvenes sacerdotes sevillanos, D. José Antonio Jiménez Hidalgo y D. José Diego Román Fernández, a la misión de Moyobamba, en la selva peruana, regida por sacerdotes de Toledo y que sólo cuenta con 29 sacerdotes para más de 700.000 habitantes esparcidos por más de 45.000 kilómetros cuadrados, tres veces el territorio de nuestra Archidiócesis. Marcharon el pasado día 13, junto con otros dos sacerdotes de Córdoba.
Previamente, el día 6 de octubre tuvo lugar en nuestra Catedral la Eucaristía de envío, que yo mismo presidí. Estoy seguro de que el Señor bendecirá este intercambio de dones y recompensará nuestro esfuerzo, exigido por la esencial naturaleza misionera de la Iglesia, enviada por su Señor a anunciar el Evangelio a todas las gentes; obligación gravísima de la que ninguno de nosotros podemos eximirnos.
El Señor encomendó el mandato misionero en primer lugar a Pedro y a los Apóstoles. Este mandato urge hoy al sucesor de Pedro y a los Obispos que, en cuanto miembros del Colegio Episcopal, debemos sentir muy a lo vivo la solicitud por la Iglesia universal y la solicitud misionera. Por ello, estamos llamados a promover «toda acción que sea común a la Iglesia, sobre todo en orden a la dilatación de la fe y a la difusión plena de la luz de la verdad entre todos los hombres… proveer? a las Misiones, no sólo de operarios para la mies, sino también de socorros espirituales y materiales, ya sea directamente por si, ya sea excitando la ardiente cooperación de los fieles» (Lumen Gentium, 28).
Personalmente asumo con gozo esta obligación, que concierne también a toda la comunidad cristiana de nuestra Archidiócesis (sacerdotes, consagrados, seminaristas y laicos), cuyo amor al Señor ha de medirse por su compromiso evangelizador. Todos debemos ser protagonistas y corresponsables de la Misión. Por ello, os invito a plantearnos la posibilidad de ir compartiendo gradualmente los dones que el Señor nos vaya regalando en los próximos años con la Prelatura de Moyobamba o con otras Iglesias más necesitadas de sacerdotes, consagrados y laicos. Ello nos ayudará, sin duda, a dinamizar la esencial dimensión misionera de nuestra Iglesia particular, a oxigenar nuestra andadura como Iglesia diocesana y a fortalecer nuestra vida cristiana, pues, como nos dijera el Papa Juan Pablo II, «1a fe se fortalece dándola» (Redemptoris Mater, 2).
En su mensaje para el DOMUND de este año, el Papa Benedicto XVI glosa la petición que unos griegos, llegados a Jerusalén para la peregrinación pascual, presentan al apóstol Felipe: «Queremos ver a Jesús» (Jn 12,21). Como los peregrinos griegos de hace dos mil años, nos dice el Papa que también los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes no sólo que «hablen » de Jesús, sino que se lo «hagan ver», que hagan resplandecer el rostro del Redentor en cada ángulo de la Tierra ante las generaciones del nuevo milenio, y especialmente ante los jóvenes de todos los continentes, destinatarios privilegiados y sujetos activos del anuncio evangélico. Esta conciencia debe estimular no sólo a los fieles individualmente, sino también a las comunidades diocesanas y parroquiales, que deben abrirse cada vez más a la cooperación misionera entre las Iglesias, para promover el anuncio del Evangelio en el corazón de cada persona, de todo pueblo, cultura, raza, nacionalidad, y en todas las latitudes. Este es nuestro reto y nuestro compromiso en esta hora, algo que a lo que deberemos responder gradualmente en los próximos años.
Antes de concluir esta carta, siento el deber de pedir a los sacerdotes que pongan todo su empeño en la celebración del DOMUND, programando actos especiales de oración por las Misiones y los misioneros, sobre todo por los dos hermanos que han marchado a Perú, pues no en balde la oración de todos, y muy especialmente de los enfermos, de los que sufren y de los contemplativos, es el alma de la Misión. Les pido también que hagan con todo esmero la colecta.
Concluyo manifestando mi gratitud a la Delegación Diocesana y al equipo que con tanto entusiasmo y generosidad colabora con el delegado en el servicio a la Misión. Que el Señor recompense con muchos dones sobrenaturales a los voluntarios y a sus familias y haga que todas sus actividades e iniciativas, especialmente el llamado Octubre misionero, contribuyan a extender en nuestra Diócesis el amor y la pasión por las Misiones. Que la Santísima Virgen, que acompañó con solicitud maternal el camino de la Iglesia naciente, nos ayude a todos a tomar conciencia de que somos misioneros, es decir enviados por el Señor a ser sus testigos en todas las circunstancias de nuestra vida. Para todos, y muy especialmente para nuestros misioneros y misioneras diocesanos y para los dos hermanos sacerdotes que han partido para Perú, mi saludo fraterno y mi bendición.
? Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla