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I Domingo de Adviento

 

Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. 

Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. 
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. 
No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. 
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!". 

 

Comentario de Miguel Ángel Garzón

Is 63,16-17; 64,1-8; Sal 79,2-3.15-19; 1Cor 1,3-9; Mc 13,33-37

 

Este domingo comienza el Adviento. Las lecturas de este tiempo litúrgico anuncian la venida de Jesús. En este primer domingo, la Palabra de Dios nos habla de la venida final del Señor. En el pasaje de Isaías escuchamos parte de una amplia y conmovedora confesión del pueblo de Israel a la vuelta del destierro (63,7-64,11). Después de rememorar el amor de Dios de tiempos pasados, el pueblo se dirige a él, para que vuelva a actuar en medio de la calamidad del presente. Le recuerdan que él es su Padre, los ha modelado como el alfarero a la arcilla, y es su redentor. Reconocen y confiesan su pecado y le suplican que rasgue el cielo y baje. Esta misma petición proclama el Salmo 79: “mira desde el cielo…, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve… despierta tu poder y ven a salvarnos”. Esta súplica nos sitúa en la espera de la llegada-adviento del Salvador (el que ya vino y vendrá).

 

El texto del evangelio de Marcos pertenece al llamado discurso escatológico de Jesús. En su última predicación en Jerusalén, Jesús habla del tiempo y los acontecimientos finales de la historia. Comienza exhortando a la vigilancia pues no se conoce el “momento”. Se refiere a su venida, la del Hijo del Hombre, entre nubes, con poder y gloria (13,25; cf. Dn 7,13). Es la Parusía-vuelta-adviento del Señor, revestido con la gloria de la resurrección. Jesús les pone la comparación del hombre que sale a un viaje y deja a los criados al cuidado de su casa, encargando al portero que vigile. El desconocimiento del momento de su regreso provoca estar en vela para que no nos encuentre dormidos. Así, mirar al futuro significa mantener los ojos bien abiertos en el presente, en la tarea que el amo ha asignado a cada uno.

 

Pablo, saludando a los corintios, también les recuerda que esperan la manifestación del Señor Jesús y que será Dios quien los mantenga firmes hasta el final con los dones que les ha dado. Así, no habrá motivo de acusación en el día de la venida del Señor Jesús. Dios nos ha llamado a participar en la vida de su Hijo y será fiel. De este modo, se nos hace una fuerte invitación a no desaprovechar el tiempo presente, viviendo desde el mayor don que nos mantiene firmes, el amor (1Co 13), tal como lo vivió el Señor Jesús en su primera venida, y tal como lo consumará en su última venida.

 


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