II Domingo de Adviento
En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Voz del que grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos;
los valles serán rellenados,
los montes y colinas serán rebajados;
lo torcido será enderezado,
lo escabroso será camino llano.
Y toda carne verá la salvación de Dios».
Comentario bíblico de Pablo Díez
Bar 5,1-9; Sal 125; Flp 1,4-6.8-11; Lc 3,1-6
Las lecturas nos sitúan en el anuncio profético de la salvación. El profeta Baruc describe la restauración maravillosa de Jerusalén. Se trata de un bello poema exhortando a Jerusalén a quitarse los vestidos de luto y a vestirse de la gloria de Dios pues sus hijos vuelven a ella. Dios los conduce por un camino llano y los guía con gran misericordia, tal como había anunciado anteriormente el profeta Isaías en el destierro (Is 40,3-5). Dios cambió la suerte de Sión, llenando de alegría a la ciudad y al pueblo que regresa (Salmo)
El Evangelio recoge esta misma tradición profética al presentar la actividad de Juan Bautista, el último profeta del AT. El evangelista Lucas determina con precisión las coordenadas históricas en las que Juan inicia su misión. Un contexto político-religioso de opresión y poder universal. Juan se retira al desierto, lugar de purificación y de encuentro con Dios. Allí llama a la conversión de un bautismo que perdona los pecados. Con su predicación retoma la herencia profética de Isaías invitando a preparar el camino del Señor, que viene para traer a todos la salvación.
El apóstol Pablo muestra su afecto hacia los filipenses que acogieron el Evangelio y se hicieron colaboradores suyos. Confía en que Dios llevará hasta “el día de Cristo Jesús” esta obra buena que comenzó en ellos. Por eso, Pablo ora para que crezcan en el amor y lleguen irreprochables al encuentro final con el Salvador.
De este modo, las lecturas nos introducen en el doble sentido del Adviento: la memoria de la venida de Jesús en la historia, y la espera de la venida del Señor al final de los días. Entre una y otra caminamos sostenidos por la fe, la esperanza y el amor.