III Domingo de Adviento (Ciclo C)
Y nosotros ¿qué debemos hacer?
En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan: «Entonces, ¿qué debemos hacer?». Él contestaba: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?». Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido».
Unos soldados igualmente le preguntaban: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga». Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.
Lucas 3, 10-18
Comentario de Antonio J. Guerra
Sof 3,14-18a; Is 12; Flp 4,1-7; Lc 3,10-18
Preparar la venida de una persona amada siempre constituye un motivo de alegría, por eso la Iglesia en las dos primeras lecturas de hoy nos invita a estar alegres, porque es inminente la venida del Salvador. El evangelio, sin embargo, alude a la conversión y a la expectativa de la venida del Mesías anunciado por el Bautista.
En el texto de Sofonías se mezclan varios temas, todos repetidos al menos dos veces, porque la repetición convierte en urgente la exhortación a fiarse de esta palabra de esperanza. El aspecto más interesante de tal sentimiento, es que no se trata sólo de la alegría del hombre, sino también la de Dios (v.17 “El Señor tu Dios…goza contigo, te renueva con su amor”). El motivo de la alegría es la Venida de Dios (Adviento) que cancela la condena y que habita en medio de la ciudad como salvador, de la que se hace eco el salmo.
La carta a los Filipenses ahonda que la alegría del cristiano se funda en el hecho de que el Señor Jesús está cerca, que él es la garantía de un futuro lleno de esperanza. Pablo habla desde la cárcel y lo hace desde la comunión con Jesús y desde el abandonarse en Dios, porque sabe que “El Señor vela sobre el camino de los justos” (1Sam 2,9); de aquí deriva el sentimiento de la paz que sobrepasa todo.
El evangelio dirige la atención al comportamiento que verdaderamente agrada a Dios. Juan el Bautista responde a la pregunta “¿qué hacemos nosotros?” con que Dios no exige nada extraordinario, sino sólo la solidaridad y la justicia hacia el prójimo. Esto que parece fácil no lo es tanto, por eso, el Bautista advierte que está viniendo alguien poderoso, el que nos salvará de nuestros egoísmos, el que de verdad cambiará nuestra vida quemando el pecado y regalándonos el Espíritu Santo. Por esta razón, “estemos alegres en el Señor”.
Para profundizar:
- Normalmente nos alegramos CON una persona, o POR una persona. Y hoy san Pablo te invita a alegrarte EN el Señor, ¿qué querrá decirte?
- San Pablo nos recuerda que la alegría de verdad está íntimamente relacionada con la experiencia de saberse acompañado por Dios que quiere estar con nosotros. ¿Mi oración ayuda a tener esta experiencia? ¿Qué tengo qué hacer?
- “¿Qué debemos hacer, Señor?”, ¿a quién debo dar mi corazón?