Intervención del Cardenal en el X aniversario de la muerte de Alberto y Ascensión (30-enero-2008)

Intervención del Cardenal en el X aniversario de la muerte de Alberto y Ascensión (30-enero-2008)

Catedral de Sevilla. 30 de enero de 2008

             ¡Parece que fue ayer!… cuando esos disparos -que estremecieron la noche sevillana-, hicieron que se helara nuestro corazón. Habían acabado con la vida de un joven matrimonio que destilaba alegría, cargado de proyectos y con el único deseo, en ese momento, de llegar lo antes posible a casa para encontrarse con sus pequeños hijos. De nuevo un brutal zarpazo de la barbarie terrorista cercenó las vidas de dos personas que, inocentes caminaban por la calle, con mirada limpia y sin odio en su interior. ¡Cuánto dolor, que se hizo presente como noche en la misma noche!, ¡cuánto estremecimiento!, ¡cuánta sin razón!…

             Pero nuestra mirada al pasado no se vuelve con resentimiento, es la diferencia entre la irracionalidad de unos pretendidos fines ?perversos en su origen y en su meta-, que colocan por encima del hombre los supuestos objetivos; y de aquellos principios que sitúan al hombre y su dignidad por encima de los fines. Principios y valores de excepcional importancia, que son, para nosotros, los fundamentos de la vida de todo hombre, de su relación con la trascendencia. Por eso respetamos la vida, también las de aquellos que cegaron las de Alberto y Ascensión, reconociendo el valor de cada persona que es amada por Dios. Y vosotros sois un ejemplo, querida familia, de dignidad, de Fe y de verdad.

             El recuerdo imborrable de Alberto y Ascen permanecen entre nosotros, su presencia está viva y nos da fuerza para mirar al futuro con esperanza. Sabemos que alcanzaremos el horizonte de la dignidad, de la justicia, de la verdad. Horizonte sostenido por la capacidad de perdón, por la grandeza del corazón que sabe dar lugar en él a la misericordia, al amor y a la paz. Ellos ya han alcanzado la corona de la gloria, nosotros aún caminamos hacia nuestra morada en el cielo, y nos consolamos mutuamente, haciendo posible lo que , estoy seguro, Alberto y Ascensión hubieran deseado, vivir en paz los unos con los otros.

             Mi cariño más sincero, mi cercanía y la seguridad de mi oración para que podamos contemplar que se abre camino la justicia y la paz. Con mi pastoral bendición.

  

Carlos, Cardenal Amigo Vallejo

Arzobispo de Sevilla

 

 


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