JORNADA DE LA INFANCIA MISIONERA

JORNADA DE LA INFANCIA MISIONERA

El lema tiene algo de sorprendente. ¿Niños y niñas que ayudan a otros niños y niñas? ¿No debiera ser eso una tarea principalmente de los adultos? El lema es provocador porque se dirige directamente a vosotros, porque tenéis capacidad para daros cuenta de lo que sucede en nuestro mundo y actuar en consecuencia prestando a otros niños vuestra ayuda y cariño.

 

La Sagrada Escritura, y particularmente el Nuevo Testamento, nos habla muchas veces de los niños. Jesús, cuyo nacimiento acabamos de celebrar, siendo niño como vosotros, ya tomaba sus propias iniciativas de manera responsable. San Lucas nos cuenta cómo Jesús, a la vuelta de una peregrinación con la Virgen y San José a Jerusalén, se queda en el templo y “sentado en medio de los maestros, les escuchaba y les preguntaba, y todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas” (Lc 2,46-47).  Queridos niños y niñas, se puede ser niño, y ser también, de alguna manera, “sabio” como el niño Jesús. Podéis ser “sabios” si crecéis en inteligencia para el bien y para ayudar a otros niños.

 

En su vida pública, Jesús tomaba muy en serio a los niños y los amaba inmensamente, como muestra el episodio en el que le presentaron unos niños para que los bendijera mientras sus apóstoles les apartaban.  Nos cuenta el evangelista San Marcos que Jesús, al ver esto, les reprendió diciendo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios” (Mc 10,14). Jesús nos invita a todos a ser como vosotros, buenos, sencillos, sinceros, cariñosos y fraternales.

 

Queridos niños y niñas: el lema “Los niños ayudan a los niños” os quiere tomar muy en serio. Os convierte en protagonistas de una tarea muy bella: la de ser solidarios con otros niños que necesitan de vuestra ayuda. Ayuda para muchas cuestiones importantes de la vida. Ayuda para superar sus carencias alimentarias y educativas. Ayuda para recibir la luz del Evangelio y conocer mejor a Jesús, quien nos libera y salva a todos gracias a su infinito amor. Cada vez que ayudáis a los niños de los países pobres os convertís en pequeños misioneros que colaboran con los misioneros adultos a transmitir la Buena Nueva del amor salvador de Jesús, quien nos dijo: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).

 

Muy probablemente alguno de vosotros se pregunte: ¿y cómo nosotros podemos ayudar desde tan lejos a tantos niños necesitados de los países del sur y de las tierras de misión? Os respondo diciéndoos que lo podéis hacer de muchas maneras: la primera, rezando por esos niños y niñas, por los misioneros y voluntarios que se dedican en cuerpo y alma a ellos; pidiendo a Dios que nos dé a todos un corazón sensible y solidario con los sufrimientos de los demás. Rezar así es muy importante y lo podéis hacer solos o en compañía de vuestros padres, o con los compañeros de colegio o de catequesis. Rezar juntos es una manera muy importante de ser y hacer Iglesia, y vosotros, queridos niños y niñas, sois el presente y futuro más bello de nuestra Iglesia.

 

También podéis ayudarles aportando algo de vuestros ahorros. Lo poco que podáis compartir será mucho para esos niños necesitados. Será una hermosa prolongación de la operación SEMBRADORES DE ESTRELLAS, en la que en la pasada Navidad regalabais con una sonrisa en la calle preciosas estrellas que anunciaban el nacimiento de Jesús. Este sencillo gesto seguro que ha provocado sentimientos de bondad en la gente, pues les ha ayudado a comprender lo que es el auténtico espíritu navideño. De esta manera, vosotros mismos pasáis a formar parte de la gran familia misionera, generosa y solidaria con los más necesitados.

 

No quisiera terminar sin antes agradecer la gran labor realizada por todo el voluntariado en los colegios de la Iglesia y en los colegios públicos a favor de las misiones y de los misioneros.

 

Queridos niños y niñas de la Archidiócesis: me siento orgulloso de todos vosotros y de vuestro empeño generoso por las misiones. Os tengo muy presentes en mi oración para que seáis buenos cristianos y amigos de Jesús, y el germen de una Iglesia futura más viva y misionera.

 

Al mismo tiempo que os envío un saludo para vuestros padres y hermanos, pido a la Santísima Virgen, la Reina de las Misiones, que os acompañe y proteja siempre. Contad también con mi bendición.

 

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

 


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