Jornada Mundial de los Abuelos| Carta dominical del arzobispo (24-07-2022)

Jornada Mundial de los Abuelos| Carta dominical del arzobispo (24-07-2022)

La Iglesia Católica celebra el próximo día 26 de julio la festividad de Santa Ana y San Joaquín, padres de la Virgen María y patronos de los abuelos. El domingo 24 celebramos la II Jornada Mundial de los Abuelos, siguiendo la iniciativa del Papa Francisco. El lema de este año es: «En la vejez seguirán dando fruto».  Se inspira en el Salmo 92, versículo 15. El Papa nos ha obsequiado con un precioso mensaje en el que resalta que esta idea va a contracorriente respecto a lo que el mundo piensa sobre esta etapa de la vida, y también respecto a la actitud de no pocas personas mayores que afrontan el futuro desde la pura resignación, con poca o ninguna esperanza.

La ancianidad, ciertamente, no es una etapa fácil de comprender, porque a pesar de que llega después de un largo camino, nadie está del todo preparado para afrontarla. El final de la actividad laboral, la pérdida de energías físicas y mentales, el hecho de que los hijos ya han formado sus propias familias, etc., van apagando las motivaciones que sostenían los proyectos en los que se han gastado muchas energías. La conciencia de que las fuerzas declinan o la aparición de una enfermedad pueden poner en crisis nuestras seguridades y certezas. El ritmo de vida tan acelerado y los cambios continuos en nuestra sociedad pueden llevar a que la persona se encoja, se repliegue en sí misma, a que se sienta abandonada. Es lo que lleva al salmista a exclamar: “En la vejez y las canas, no me abandones, Dios mío” (71,18).

La confianza en el Señor y en las personas con las que compartimos el camino nos dan la fuerza para descubrir que el hecho de envejecer, más allá del deterioro natural del cuerpo y la pérdida progresiva de energías, significa también el don de una larga vida, una vida que sigue siendo fructífera. Recuerdo una conversación con mi madre ya anciana, en la que me dijo: “Hijo mío, ya no puedo ayudarte, ya sólo puedo rezar por ti y por tus trabajos”. Yo le contesté: “Mamá, tú sabes bien que lo más importante es la oración. Así que ahora te podrás concentrar en lo más esencial: rezar por mi ministerio, por la Iglesia y por el mundo”. Ella lo entendió perfectamente porque era una mujer de oración. A partir de aquel momento todas sus oraciones y también sus dolencias eran ofrecidas por el Papa, los obispos, los sacerdotes, la Iglesia y el mundo entero.

La ancianidad no es un tiempo estéril en el que las personas pasan a ser únicamente objeto de cuidados y atenciones por parte de la familia o los profesionales de la salud, hasta que se apaguen del todo. La ancianidad no es una carga inútil, deprimente, como un lastre existencial que se debe evitar a toda costa, o como mucho, soportar con resignación. Al contrario, se puede convertir en colaboración eficaz en la obra de la salvación si se unen las dolencias y sufrimientos a los padecimientos de Cristo, a su cruz. Del mismo modo, si se dedica buena parte del tiempo a la oración, que es la fuerza principal de la vida de la Iglesia. En consecuencia, se convierte en fuente de salvación, en fuente de santificación personal, y en fuente de una esperanza que nada ni nadie es capaz de arrebatar.

La Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores es una ocasión para celebrar que el Señor les ha concedido llegar a “una edad avanzada”. La hemos de celebrar en las familias y comunidades, y cuidar también la atención de los que están más solos, conscientes de que la visita a los ancianos que están solos es una obra de misericordia muy propia de nuestro tiempo. María, Madre de Misericordia, nos enseñe a llevar a cabo esta tarea de amor y de ternura.

+ José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

 

 


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