Juan M. Montero y Mariola Díaz, misioneros en Costa Rica: “El otro es Cristo”
Hace dieciséis años que este matrimonio sevillano comenzó su misión en Costa Rica. Se fueron llenos de dudas e incertidumbres: “cómo íbamos a vivir, cómo educar a nuestros hijos, dónde podría dar a luz Mariola…”, recuerda Juan Manuel Montero. Desde entonces reconocen que no todo ha sido fácil: “Aquí convivimos con cocodrilos, iguanas, sapos, serpientes, y sobre todo con la plaga de mosquitos y sus enfermedades -dengue, zika, chikungunyá…-. Todos en la casa hemos pasado por alguna de éstas”. Además, lo más duro ha sido la experiencia en los hospitales: “todo aquí es muy diferente y muy precario, mucha gente muere por infecciones en los quirófanos y lamentablemente la sanidad está bastante mal”.
Pero están convencidos que Dios los acompaña. Su espíritu misionero nace de “la gratitud” y de “hacer la voluntad de Dios”. Destacan también el apoyo recibido por parte de su comunidad del Camino Neocatecumenal. Al respecto, aseguran que “no tendría sentido para nosotros hablar de vivencia de fe, sin la vivencia de la Iglesia concretada en estas pequeñas comunidades. Gracias al Camino aprendimos a profundizar en esta fe y encontrar nuestra propia experiencia del amor de Dios”.
También explican que las familias en misión van a los barrios marginados de las ciudades, por lo que no es de extrañar que la mayoría de sus vecinos tengan problemas de alcoholismo, drogadicción, prostitución, abusos, desempleo o violencia. “Por eso nuestro testimonio es tan importante –subraya Juan Manuel-. El perdón, la fidelidad, el que hayamos renunciado a las comodidades del primer mundo para venir aquí…todo esto despierta un interrogante para los que nos rodean”. Además, este matrimonio sale a predicar casa por casa y ayuda al párroco con las catequesis y la celebración de los sacramentos. Juan Manuel y Mariola, a los que muchos llaman “héroes” y otros tantos “locos” –aunque lo que queda claro es que son un testimonio de fe verdadero-, consideran que “el otro es Cristo” y “si pudiésemos vivir de verdad creyendo esto todo el tiempo, la vida sería diferente”, añaden.
