Jueves de la segunda semana de Pascua
La primera lectura de la Eucaristía de hoy sigue narrándonos el primer desarrollo de la comunidad cristiana incipiente después de Pentecostés. En concreto nos da noticia del segundo arresto de los apóstoles por no haber respetado el mandato del sanedrín judío que les había prohibido hablar al pueblo de Jesucristo y de su doctrina.
De nuevo son llevados delante del sumo sacerdote que les preguntó: ¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ese, es decir de Jesús? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.
La respuesta de Pedro y de los apóstoles es contundente: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, todo un programa de vida para nosotros los cristianos, tantas veces tentados de sucumbir ante lo que el papa Benedicto XVI llamó la dictadura del relativismo. En la homilía de la Misa antes de comenzar el conclave en el que sería elegido como sucesor de Pedro, Benedicto XVI se refirió a las corrientes ideológicas que hemos conocido en los últimos decenios: el marxismo, el liberalismo, el colectivismo, el individualismo radical, el ateísmo, el agnosticismo, el libertinaje moral e, incluso, un vago misticismo.
Para el relativismo no existe la verdad. Sólo el propio yo y sus antojos son la medida última de la verdad. No existe la ley de Dios, ni la ley natural, ni la moral objetiva. Muchos se dejan llevar por lo políticamente correcto, por aquellos comportamientos o estilos de vida sobre los que existe consenso social, por lo que se lleva, por lo más cómodo, lo más placentero o lo que es legal.
En este día pedimos al Señor valentía para no dejarnos seducir por los dictados de la cultura secularizada y si por la ley santa de Dios.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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