Jueves de la tercera semana

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos la solemnidad del patriarca san José. ¿Qué lecciones encierra para nosotros una figura tan distante en el tiempo y al mismo tiempo tan especial como San José? San Bernardo dice que su virtud más característica es la humildad. En el momento cumbre de la Historia de nuestra Salvación desempeña un papel tan decisivo como discreto, humilde y silencioso, haciendo de su vida el canto más sublime de las excelencias de esta virtud tan necesaria en la vida cristiana.

Efectivamente, la humildad es el motor de la vida espiritual y de nuestra fidelidad. «Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes», nos dice el apóstol Santiago. La Virgen por su parte reconoce en el Magníficat que Dios «derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes», Y Jesús en el Evangelio de San Mateo da gracias al Padre porque ha escondido los misterios del Reino a los sabios y entendidos de este mundo y ha revelado a la gente sencilla. Y es que Dios teme dar su gracia a los soberbios, porque encontrarían nuevos motivos para enorgullecerse y atribuirse el mérito de sus obras.

Por ello, los soberbios y orgullosos se estancan en la vida espiritual. Por el contrario, Dios hace avanzar en el camino de la fidelidad a los humildes y sencillos, que todo lo esperan de Él, conscientes de que sin la ayuda de la gracia de Dios todo en nuestra vida será agitación estéril, pues, como nos dice el Señor en el Evangelio, «sin Mí nada podéis hacer». San José nos enseña en este día de su fiesta a amar y vivir la humildad de corazón, virtud clave, que nos permite avanzar en la vida espiritual y crecer en la vida interior.

Vivimos en un mundo enfermo de vanidad y de soberbia, orgulloso de sus avances técnicos. Dios quiera que la epidemia que estamos padeciendo nos ayude a todos a crecer en humildad ante Dios y a reconocer lo poco que somos y que lo que tenemos lo hemos recibido de Él de forma absolutamente gratuita.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla