Jueves sacerdotal: Juan Antonio Lamarca, CMF: “El Señor no nos llama a tener éxito, sino a ser fieles”
Tras casi veinticinco años de sacerdocio, el misionero claretiano Juan Antonio Lamarca asegura que “todos los sacerdotes podemos dar testimonio de que cuando nos entregamos en cuerpo y alma al Señor y a la Iglesia, Dios se encarga de recompensárnoslo con creces”. Y esto no quiere decir que su vocación no conlleve sacrificios. En su caso, explica, “las dos mayores renuncias han sido la formación de una familia, y a diario la negación de yo mismo y coger la cruz de cada día, tal como nos exhorta el Señor (cf. Mc 8,34), pues mi voluntad se rebela con mucha frecuencia a la voluntad del Señor”.
Sin embargo, son muchas más las bendiciones que Juan Antonio describe a lo largo de su vida y de su ministerio sacerdotal que las penas o dificultades.
“Antes de formarte en el vientre, te elegí”
Este jiennense creció en una familia religiosa y considera que su vida ha sido “un continuo proceso de crecimiento en la fe”. Si bien, destaca dos momentos que le marcaron profundamente: por un lado, a los catorce años falleció su padre y su madre perdió la vista el mismo día. Entonces “tuve que integrar el sufrimiento en mi vida de fe. Aquello me hizo replantearme la fugacidad de la vida y la fecundidad que debía dar. Y entendí que la mejor forma de ser fecundo era poner mi vida al servicio del Señor como sacerdote y religioso”. Un segundo momento fundamental fue a los 22 años cuando entró en el noviciado de los Misioneros Claretianos. Al respecto recuerda que inició su camino vocacional con ellos “porque estaban en la Parroquia donde vivía mi fe, allí tenía mi grupo de jóvenes y me confirmé; fui conociendo la figura de San Antonio María Claret y me entusiasmó su amor a Dios y su ardor misionero”. Asimismo, de su carisma resalta “la centralidad de la Palabra de Dios y su anuncio con el carácter maternal que nos aporta el Inmaculado Corazón de María”.
Y aunque, sin duda, estos momentos fueron decisivos para aceptar la llamada de Dios a su vocación, reconoce que se siente identificado con las palabras del profeta Jeremías: “Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré”. No en vano, su madre le confesó una vez le comunicó su intención de entrar en el noviciado que ella misma le había ofrecido a Dios su primer hijo varón durante el viaje de novios en Santiago de Compostela.
Agradece la “magnífica acogida” que ha tenido en Sevilla
La profusa labor de Juan Antonio Lamarca durante estos años le ha llevado de Granada a Badajoz y de ahí a Sevilla.
En estos destinos participó durante ocho años en las misiones populares, una experiencia que le ayudó “a conocer la vida parroquial, el clero y el Pueblo de Dios con sus alegrías y sus penas. Fue una etapa muy rica pues tuve la oportunidad de escuchar mucho a la gente, sus demandas pastorales, el hambre que hay de Dios y, como contrapunto, la indiferencia de los alejados”.
Después estuvo tres años encargado de la Pastoral Infantil y Primera en el Colegio que los Misioneros Claretianos tienen en Don Benito, donde adquirió “una mayor pedagogía para presentar los artículos de nuestra fe”.
Finalmente, antes de llegar a la Archidiócesis hispalense, vivió una etapa como formador de estudiantes y novicios claretianos que le sirvió para “profundizar más en el ministerio sacerdotal desde los documentos de la Iglesia y la vida consagrada”.
Ya en Sevilla es nombrado párroco de San Antonio María Claret, una comunidad parroquial que describe como variada y que “me ocupa mucho tiempo”. Al respecto señala que “cada vez que celebro la Eucaristía, el peso de la casulla me recuerda que debo cargar con los dolores de esta parcela de la viña del Señor que me ha sido confiada”. No obstante, confiesa agradecido que “me aporta mucha satisfacción el cariño de la gente”. De ésta también destaca el proyecto de detección de situaciones de pobreza y marginalidad en el barrio que están desarrollando los distintos grupos parroquiales de cara al próximo curso. Se trata del fruto de cuatro charlas sobre la Doctrina Social de la Iglesia impartida por el delegado de Pastoral Social a razón de llevar a la práctica y profundizar el objetivo pastoral de este curso, ‘Cuidar la dimensión social de la evangelización y la opción por los pobres’.
De la Archidiócesis, además, agradece “la magnífica acogida que he tenido” tanto por parte del actual Administrador diocesano, don Juan José Asenjo, como por los miembros de la Curia, mis hermanos del Arciprestazgo de San Bernardo y el clero en general. “Me siento muy a gusto en Sevilla y espero que sea una presencia para varios años aún”.
Retos del sacerdote
Finalmente, Juan Antonio reflexiona sobre los desafíos a los que se enfrenta un sacerdote hoy y enumera, principalmente, dos:
En primer lugar, “cultivar la vida interior, dedicando un tiempo prolongado y generoso cada día a la oración personal y adoración al Santísimo, a la lectura espiritual y al estudio; de lo contrario –apunta-, la secularidad del mundo nos puede absorber con facilidad”. No en vano, argumenta, “este mundo convulso que valora la vida de las personas por lo que rinden y hacen está influyendo mucho en los sacerdotes con una actividad frenética. Tenemos que saber desconectar del rendimiento para dedicar un tiempo cualificado de nuestra jornada para Dios. Esto se notará en nuestra predicación y el saber estar al lado de la gente”.
Y, por otra parte, insta a los presbíteros a “no tener miedo a presentar sin titubeos la Verdad del Evangelio y la doctrina de la Iglesia”, porque “el sacerdote sufre la misma tentación de muchos políticos: obviar donde está la verdad con tal de granjearse el reconocimiento y el aplauso de la gente”. En definitiva, concluye, “el Señor no nos llama a tener éxito, sino a ser fieles; y siendo fieles, Dios se encarga misteriosamente de dar éxito a la misión de la Iglesia”.