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‘La Adoración de los pastores’ de la Parroquia de Señora Santa Ana de Triana

Sólo el evangelista Lucas (2, 8-20) narra la escena de la adoración de los pastores, que fueron los primeros a los que se anunció la gran noticia del nacimiento del Hijo de Dios.  Sin embargo, a pesar de su importancia, no será frecuente su representación en el arte hasta la Baja Edad Media por influjo de las nuevas órdenes, especialmente los franciscanos, que defendían la pobreza como único medio de llegar hasta Dios. Así los humildes pastores de Belén se convertirán en modelo de cómo acoger a Cristo.

Esta obra que hoy presentamos se halla en el basamento del retablo renacentista de la Capilla de San Francisco de Asís, en la Parroquia de Señora Santa Ana de Triana, y se puede atribuir, junto con el resto de las pinturas de dicho retablo, al pintor Pedro de Villegas Marmolejo, quien lo realizaría hacia 1570.

El centro de la composición lo ocupa el Niño Jesús, hacia el cual se dirigen todos los demás personajes. Así, encontramos a María quien, en actitud de oración, dirige su mirada y sus manos unidas hacia su Hijo, así como José, que abre sus manos con gesto de admiración y reverencia. Entre ambos y sobre el recién nacido distinguimos las cabezas de la mula y el buey cuya presencia se basa en el apócrifo del PseudoMateo, siguiendo a Isaías (1,3).

Postrado ante el Mesías aparece un pastor que entre sus manos lleva lo que parece un rabel, detrás del cual otro está tocando una flauta y un tambor. Los instrumentos musicales simbolizan las alabanzas de los pastores al Niño, según San Efrén de Siria (307-373), quien aportará algunos datos anecdóticos que tendrán mucha relevancia en la iconografía de este tema, como los regalos que los pastores ofrecieron: leche, carne y alabanzas, que servirán de inspiración para los artistas.

En el extremo del grupo, un pastor se dirige hacia el Niño llevando su simbólica ofrenda: el cordero, imagen del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 19,29), que presagia su muerte sacrificial, y un cesto lleno de huevos, que preanuncia su Resurrección, ya que el huevo es símbolo de vida y de renacimiento. De este modo, se asocia el momento del Nacimiento de Cristo con la entrega de su vida por la salvación de la humanidad.

A la derecha, vemos una mujer arrodillada con un niño, que ofrece una cesta mientras que, a la izquierda de la composición, el autor presenta la escena del anuncio del ángel a los pastores (Lc 2, 8-14), apenas esbozado mediante trazos muy sueltos.

Dice el Papa Francisco que los pastores se convirtieron en los primeros testigos de lo esencial: la salvación que Cristo viene a ofrecer y así, “son los más humildes y los más pobres quienes saben acoger el acontecimiento de la Encarnación”.

Antonio Rodríguez Babío

Delegado diocesano de Patrimonio Cultural


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