La apuesta de la Iglesia española para crecer en la fe dentro del ámbito parroquial
La Iglesia española ha apostado en firme por la Acción Católica como medios para promover una profunda espiritualidad, una sólida formación cristiana y una clara identidad eclesial. Y en los últimos años está adquiriendo el lógico protagonismo en los planes u orientaciones pastorales de todas las diócesis. La de Sevilla no es una excepción.
Esta nueva Acción Católica General (ACG) recupera de aquella que tanta vigencia tuvo durante la segunda mitad del siglo pasado su carácter diocesano y el marco parroquial como ámbito de actuación, pero se presenta ahora con una metodología y unos objetivos más acordes con un tiempo que demanda el testimonio creíble y en vanguardia del laicado. El consiliario de la Acción Católica en la Archidiócesis de Sevilla es el sacerdote José Francisco Durán, delegado además de Pastoral Juvenil. Él es el encargado de recorrer la geografía diocesana para dar a conocer un instrumento pastoral que, como recuerda la Comisión Permanente de AC, tiene como vocación “anunciar a Jesucristo a todas las personas, colaborando en la maduración de la fe cristiana de quienes dan sus primeros pasos en la fe y en la vida de la Iglesia, y estableciendo en las parroquias una propuesta estable y articulada para el laicado de todas las edades”. Por más que se afane en presentar esta “novedad de la Iglesia en el siglo XXI”, resultan recurrentes las comparaciones con una Acción Católica que sirvió en su momento para salir al paso de otras necesidades, otras demandas y otra sociedad. “La AC es una forma de trabajar, no es un movimiento ni un carisma más”, subraya. “Por consiguiente – añade- la cuestión no es ser de Acción Católica sino adaptar una manera de trabajar para ir todos a una”.
“Marca blanca”
Toño Muñoz, presidente nacional de Acción Católica General (ACG) suele repetir que esta apuesta evangelizadora es “la marca blanca” de una estructura pensada para vertebrar las parroquias y fomentar un laicado formado. La base es el trabajo por grupos dentro de la parroquia, siguiendo las pautas de “celebrar, conocer y vivir”. Estos grupos deben estar formados por personas de diversa procedencia, distintos carismas y edades, que tienen en la parroquia un lugar común donde vivir la fe en comunidad. “No es competencia de nada”, reitera Durán, y una derivada de esta metodología es la integración en la dinámica parroquial. Precisamente uno de los retos de esta tarea es superar algunas mentalidades que limitan la parroquia al lugar físico donde solo se celebran los sacramentos. Y, en parte, esta tarea pasa por la catequesis, como espacio en el que los catecúmenos comienzan a sentir la necesidad de una comunidad de fe. Durán subraya la importancia de los párrocos en esta fase inicial de la Acción Católica, animando a los grupos y asumiendo esta dinámica en sus parroquias. Las misiones populares que se están llevando a cabo en la Archidiócesis están facilitando esta tarea, y se está empezando a notar “el efecto contagio” tanto entre los diversos grupos de catequesis como entre las parroquias. De esta etapa iniciática, Durán destaca que la AC está llevando al laicado “a comprometerse, a formarse para dar razones sólidas de su fe y a materializar este compromiso en demandas sociales muy diversas”. Al respecto cita a los Cursillos de Cristiandad o Manos Unidas como realidades eclesiales actuales que surgieron en su día de aquellos grupos de Acción Católica, “de una necesidad vital por comprometerse con realidades concretas”.
Implicación de las instancias diocesanas
Francisco Durán no quiere dejar pasar la ocasión de agradecer el apoyo constante que recibe de la Comisión Nacional de AC, “cuyos miembros vienen a Sevilla cada vez que son requeridos”. Tiene también palabras de gratitud hacia los componentes de la delegación sevillana, sin olvidar la implicación de las delegaciones diocesanas de Catequesis, Pastoral Juvenil y la Vicaría Episcopal para la Nueva Evangelización, “lo cual favorece enormemente la buena acogida”. Tampoco olvida el trabajo preparatorio que se está desarrollando en el Seminario, “donde los futuros sacerdotes ya conocen esta dinámica de trabajo”. Da igual la procedencia o el carisma. No pretende convertirse en un movimiento más, y nada más lejos de la intención de sus promotores que entrar en competencia con otros carismas. La Acción Católica es el lugar común, un elemento integrador con vocación parroquial y diocesana que la Iglesia propone al laicado. Una forma de trabajar, de evangelizar, de ser Iglesia.