«LA CARIDAD DE CRISTO NOS APREMIA» (2 Cor 5,14)

«LA CARIDAD DE CRISTO NOS APREMIA» (2 Cor 5,14)

 

En este día de gozo, la Iglesia nos invita a adorarlo, a aclamarlo en nuestras calles y a ir caracterizando nuestra vida como una existencia eucarística, modelada y conformada por este augusto sacramento. En esta solemnidad, celebramos también el Día de la Caridad, el Día de Cáritas, la institución de la Iglesia al servicio de los más pobres. No es una mera coincidencia: la Eucaristía no sólo es expresión de comunión  en la vida de la Iglesia; es también proyecto de solidaridad para  toda la humanidad.

En este domingo dirijo mi carta semanal no sólo a los dirigentes, técnicos, voluntarios y socios de Cáritas Diocesana y de las Cáritas parroquiales, sino también a todos los cristianos de la Archidiócesis, llamados a ser testigos de la caridad de Cristo. Pido a todos que sean generosos en la colecta de este domingo, destinada a Cáritas, que se ve desbordada por las demandas de los pobres y de los empobrecidos como consecuencia de la crisis económica. Vuelvo a insistir en la necesidad de crear la Cáritas parroquial en aquellas parroquias en las que no existe y en la revitalización de aquellas que, tal vez, funcionan con poco calor y dinamismo.

Como bien sabéis, íntimamente ligada al ministerio del obispo, Cáritas organiza y coordina la actividad caritativa de la Diócesis, buscando operatividad y eficacia en el servicio a los pobres, algo que pertenece al núcleo más profundo y auténtico de la vida cristiana. Como escribiera bellamente San Juan de la Cruz, al atardecer de la vida se nos juzgará del amor. El Señor, que se identifica misteriosamente con los más humildes de nuestros hermanos, nos juzgará por nuestros sentimientos de amor eficaz a los hambrientos, sedientos, enfermos, desnudos, presos, forasteros y transeúntes (Mt 25,34-46).

Aquí tenemos la mejor prueba de la autenticidad de nuestra vida cristiana, de nuestras celebraciones eucarísticas y de nuestro amor al Señor, pues como nos dice san Juan, "no podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos, si no amamos al prójimo a quien vemos" (1 Jn 4,20). La contemplación del rostro de Cristo en la oración personal y litúrgica, nos debe llevar a descubrir el semblante divino en cada hombre, hijo de Dios y hermano nuestro. Por otra parte, la experiencia personal de la misericordia de Dios, el sabernos amados y salvados por Él, nos debe llevar a la entrega a los más humildes y a la opción preferencial por los más necesitados.

De ahí mi invitación a todos los fieles de la Archidiócesis a colaborar con Cáritas Diocesana y con las Cáritas parroquiales como voluntarios, como socios o sencillamente con nuestras limosnas. No quisiera concluir mi carta sin enunciar casi lapidariamente cuatro consejos sencillos dirigidos a los responsables de Cáritas y a todos aquellos que se sientan llamados a ejercer la diakonía de la caridad:

El primero es que cuidéis la vida espiritual, en la que se templa nuestro servicio humilde y gratuito. Sin una vida espiritual fuerte y vigorosa, sin la oración, la amistad y la intimidad con el Señor, verdadera raíz de nuestro compromiso solidario, nuestro servicio a los pobres antes o después terminará desvitalizándose o agostándose.

Os pido en segundo lugar que cuidéis la genuina identidad cristiana de Cáritas. En los últimos años, en el mundo occidental, algunas instituciones católicas al servicio de los pobres se han ido secularizando progresivamente hasta perder su marchamo eclesial. Es un riesgo que también puede acechar a nuestras Cáritas. En noviembre de 2004, la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española aprobó el documento titulado "La caridad de Cristo nos apremia"  (2 Cor 5,14), que debe ser el vademécum de los dirigentes, técnicos y voluntarios. En él se señalan algunas "grietas" que pueden poner en peligro la identidad religiosa de Cáritas, que no es una ONG como las demás, pues sus motivaciones no son exclusivamente filantrópicas. Es bueno conocer estas derivas para estar avisados.

Os pido también que cuidéis la formación del voluntariado, no sólo en los aspectos técnicos, sino sobre todo, en el plano espiritual y doctrinal. Aquí tienen una responsabilidad especial los párrocos y consiliarios, llamados a formar a los voluntarios en la teología de la caridad y en la Doctrina Social de la Iglesia.

Os invito, por fin, a cuidar la eclesialidad y la vinculación con la jerarquía de la Iglesia. Cáritas no es un ente autónomo o independiente en el seno de la Diócesis o de la parroquia, sino la organización de la Iglesia para la ayuda y la promoción integral de los más desfavorecidos de nuestros hermanos. La comunión efectiva con el obispo y con los sacerdotes de nuestras parroquias será la mejor garantía para caminar en verdad.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

 

+ Juan José Asenjo

Arzobispo de Sevilla

 


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