‘La esperanza no defrauda’, eje de la carta de monseñor Saiz en el inicio del curso pastoral
El arzobispo de Sevilla, monseñor Saiz Meneses, ha publicado hoy, 8 de septiembre, su carta con motivo del inicio del curso pastoral 2021/2022, con un título que es toda una declaración de intenciones: ‘La esperanza no defrauda’.
Comienza recordando que desde su toma de posesión ha tenido oportunidad de “conocer de primera mano muchas realidades de nuestra rica y abundante vida diocesana, así como los desvelos que ponéis cada día para afrontar los retos actuales”. Seguidamente afirma que las circunstancias y las dificultades actuales “han de ser ocasión de crecimiento en la confianza en Dios, en la comunión eclesial, en el ardor evangelizador y en el servicio a los más necesitados material o espiritualmente”.
Monseñor Saiz exhorta a los sevillanos a “vivir este nuevo curso desde la esperanza teologal”, porque “la esperanza –afirma- nos lleva a confiar más en Dios y a seguir trabajando sobreponiéndonos con coraje a las adversidades”. En esta línea, subraya que “la esperanza cristiana es ese motor que nos hace comprender que se puede producir un cambio significativo en nuestro interior, en nuestro corazón; también en nuestras parroquias, en nuestras comunidades, en las hermandades, en los movimientos, en todas las realidades de la Iglesia”.
Cita a Benedicto XVI para recordar que “la fe, la esperanza y la caridad van cogidas de la mano”, y señala que “cada uno de nosotros recibe diferentes dones, los que son necesarios a su persona y a su misión, los más convenientes para su camino de santificación personal y de apostolado. Estos dones –añade- no se reciben solo para beneficio personal, sino sobre todo para el bien de la Iglesia”. “En este nuevo curso que comienza, nos hemos de sentir especialmente llamados a poner en práctica esta recomendación”, apunta.
Ir dando pasos hasta llegar a la anhelada «normalidad»
Alude también a las circunstancias que se derivan de la pandemia del Covid, y muestra su deseo de ir dando pasos “hasta llegar a la anhelada «normalidad»”, teniendo en cuenta la necesidad de cumplir con rigor las medidas de prevención y protección para prevenir los contagios y minimizar los riesgos.
El arzobispo propone “una mentalidad, una forma de estar y hacerse presente”, a la hora de encarar el acompañamiento a las personas, familias y todas las realidades eclesiales: Resistir firmes en la fe y tener en cuenta que “la urgencia de amar y acompañar al prójimo con la caridad de Cristo es una prioridad”. Todo ello, subraya, con la actitud de “fortalecer el tejido visible de toda nuestra Iglesia, poniendo al servicio de los demás el carisma que cada uno ha recibido, con la conciencia de que todos formamos parte de una misma familia”. Monseñor Saiz explica que el acompañamiento pastoral “comienza por la vida espiritual, la vida litúrgica y la piedad popular”, y reitera la necesidad de “ayudar a redescubrir los sacramentos, principalmente la participación en la Eucaristía, centro de la vida cristiana, y el sacramento de la Reconciliación”. Este último lo define como “encuentro sanador con Cristo, que libera del pecado y fortalece el alma”.
Igualmente, valora de forma positiva la religiosidad popular –“tan variada y rica”- presente en la Archidiócesis, y adelanta su deseo de “expresar públicamente nuestro homenaje y amor a Nuestro Señor y a nuestra Madre del cielo”, cosa que será posible “en cuanto las circunstancias lo permitan”.
Más adelante recuerda las iniciativas que surgieron durante el confinamiento para acercar las celebraciones religiosas a todos los fieles gracias a los medios de comunicación. “Con todo –apostilla-, este sigue siendo el ámbito más afectado por la pandemia”, y “la celebración de la Liturgia de la Iglesia va modelando a lo largo de cada curso y de toda la vida la mente y el corazón de los creyentes”.
Acompañamiento de los diversos ámbitos del ministerio de la Palabra
En esta carta de inicio de curso destaca también el acompañamiento de los diversos ámbitos del ministerio de la Palabra como otra prioridad pastoral. Algo que considera particularmente importante “porque en la actualidad, en medio del relativismo y la desorientación de nuestro tiempo, asistimos a una gran confusión en los conceptos sobre el ser humano, la vida, el mundo, el bien y el mal, el más allá, etc.” “Hemos de anunciar a Cristo. No lo hacemos transmitiendo ideas propias o los propios gustos, sino que proponemos la Verdad que es Cristo mismo, su Palabra, su modo de vivir. Anunciamos la Palabra de Cristo, la fe de la Iglesia, y lo hacemos en nombre de la Iglesia”, subraya.
Seguidamente, vuelve sobre el contexto que se deriva de la pandemia para afirmar que hemos asistido a “una renovada creatividad para mantener la formación cristiana por modalidad telemática”. En este sentido, manifiesta su esperanza en poder desarrollar de nuevo todas las actividades en modo presencial, pero destaca que “es preciso continuar desplegando las posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías, siempre con la necesaria dignidad y la esperanza de optimizarlas una vez superada la pandemia, y hacerlo a través de las catequesis, las homilías, las diferentes sesiones de formación y las escuelas e instituciones académicas de la archidiócesis”.
Monseñor Saiz se detiene en la acción caritativa y social de la Iglesia diocesana, para afirmar que seguirá siendo fundamental y urgente debido a la crisis económica que se ha desencadenado, “que –apunta- se prevé será larga y que ya está golpeando a muchas personas”. En este punto se fija en la encíclica Fratelli Tutti del papa Francisco, para presentar la figura del buen samaritano con una nueva perspectiva: “Ya no se trata de descubrir quién es mi prójimo sino de comportarme como prójimo de los demás”, y pone como ejemplo el testimonio de santa Ángela de la Cruz: «Hay que hacerse pobre, con los pobres, para atraerlos a Cristo».
“Hemos de acoger en el corazón”.
Es tiempo de curar las heridas, porque “el corazón de nuestro mundo y de muchas personas está profundamente herido como consecuencia de los conflictos entre personas y entre colectivos, y a causa de esta crisis sanitaria y económica”. El arzobispo concluye que “hemos de acoger en el corazón”.
Todo esto, resume, supone una misión “tan difícil como apasionante”, que hemos de llevarla a cabo “desde la unidad profunda, en comunión”. Precisamente se detiene a explicar en qué consiste la eclesiología de la comunión y que está presente en el primer milenio de la Iglesia: “Los fundamentos doctrinales de la eclesiología de comunión parten de la Sagrada Escritura y atraviesan la historia de la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II”. Hay también en esta carta una referencia importante al sínodo que el papa ha convocado sobre la sinodalidad, en que se debe hacer realidad la participación en la Iglesia. La etapa diocesana del sínodo comenzará el 17 de octubre, y se alargará hasta el mes de abril del año 2022. Después tendrá lugar una fase continental, de septiembre de 2022 hasta marzo del 2023, y en octubre de 2023 comenzará la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Por tanto, este nuevo curso estará muy dedicado a los trabajos sinodales.
Acompañamiento a la acción caritativa y social
Por otra parte, recuerda que el Plan Pastoral Diocesano finalizaba este año 2021, aunque como consecuencia de la pandemia los objetivos del curso pasado no se han podido llevar a cabo con el seguimiento necesario. Así, en el curso 2021-2022 se recuperarán los objetivos del curso anterior, especialmente en lo que se subraya del acompañamiento a la acción caritativa y social, además de tener en cuenta el Año Familia Amoris Laetitia y lo que aún resta del Año de san José.
Concluye su carta recordando la necesidad de tener presente el documento Fieles al envío misionero, de la Conferencia Episcopal Española, que ofrece orientaciones y líneas de trabajo para los cuatro próximos cursos pastorales, dirigidas especialmente a los órganos de la propia Conferencia, “que también nos servirán de inspiración para nuestro nuevo Plan Pastoral”.
Concluye la carta volviendo sobre el eje de la misma, y se despide con una recomendación: “Pongamos nuestra confianza en Dios. Él nos guía a pesar de las dificultades y a través de las dificultades de la vida, y nos lleva a puerto seguro, porque Dios acompaña siempre a sus hijos. La esperanza –concluye- no defrauda”.
Puede acceder al texto íntegro de la carta en este enlace.