La Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado con el lema: Hacia un “nosotros” cada vez más grande
La Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado (JMMR) desde 1914, una ocasión para expresar su preocupación por las diferentes categorías de personas vulnerables en movimiento y para rezar por ellas mientras enfrentan múltiples desafíos.
La JMMR se celebra el último domingo de septiembre y el lema elegido por el Santo Padre para esta edición es Hacia un “nosotros” cada vez más grande. Al respecto, el papa Francisco expresó que “para los miembros de la Iglesia este llamamiento se traduce en un compromiso de fidelidad a su ser católicos, cumpliendo lo que san Pablo recomendaba a la comunidad de Éfeso: Uno solo es el Cuerpo y uno solo el Espíritu, así como también una sola es la esperanza a la que han sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”.
En efecto, “la catolicidad de la Iglesia, su universalidad, es una realidad que pide ser acogida y vivida en cada época, según la voluntad y la gracia del Señor que nos prometió estar siempre con nosotros, hasta el final de los tiempos”, reflexionó el Papa.
Un mundo cada vez más inclusivo
Por tanto, a todos los hombres y mujeres del mundo dirige su llamamiento el Papa “a caminar juntos hacia un nosotros cada vez más grande, a recomponer la familia humana, para construir juntos nuestro futuro de justicia y de paz, asegurando que nadie quede excluido. El futuro de nuestras sociedades es un futuro lleno de color, enriquecido por la diversidad y las relaciones interculturales. Por eso debemos aprender hoy a vivir juntos, en armonía y paz”.
Un mundo que con la emergencia sanitaria atraviesa uno de sus momentos de mayor crisis, en el que «el ‘nosotros’ querido por Dios» parece haberse «roto y fragmentado, herido y desfigurado». «Los nacionalismos cerrados y agresivos y el individualismo radical desmoronan o dividen el nosotros, tanto en el mundo como dentro de la Iglesia», denuncia. «El precio más alto lo pagan los que más fácilmente pueden convertirse en los otros: los extranjeros, los migrantes, los marginados, los que habitan las periferias existenciales».
Concretamente, explica el Pontífice, es necesario comprometerse, «cada uno a partir de la comunidad en la que vive», para que «la Iglesia sea cada vez más inclusiva» y pueda, en consecuencia, «salir a las calles de las periferias existenciales para curar a los heridos y buscar a los perdidos, sin prejuicios ni miedos, sin proselitismo, pero dispuesta a ensanchar su tienda para acoger a todos». «Entre los habitantes de las periferias encontraremos a muchos emigrantes y refugiados, desplazados y víctimas de la trata, a los que el Señor quiere que se manifieste su amor y se anuncie su salvación”.
Asimismo,” los encuentros con migrantes y refugiados de otras confesiones y religiones son terreno fértil para el desarrollo de un diálogo ecuménico e interreligioso sincero y enriquecedor», refirió el Pontífice, refirió el Papa.
Delegación Diocesana de Migraciones
Salvador Diánez, delegado de Migraciones de la Archidiócesis de Sevilla, ha expresado que “con el lema de la Jornada el Papa nos coloca de nuevo ante el horizonte de la fraternidad. Nos invita a salir de un nosotros pequeño, reducido por fronteras, intereses políticos o económicos, para ir a un nosotros incluido en el sueño de Dios, en el que vivamos como hermanos compartiendo la misma dignidad que él nos da”.
En esta línea “el papa Francisco insiste, desde hace tiempo, que como cristianos seamos capaces de hacer realidad una fraternidad abierta, que permita reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar donde haya nacido o donde habite; una fraternidad que, reconociendo la dignidad de cada persona humana, pueda hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad”.
Ante la petición del Santo Padre de “abrir el corazón a todos los pueblos y naciones de la tierra, para reconocer el bien y la belleza en cada uno, para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes, de esperanzas compartidas”, sin duda alguna, “las comunidades cristianas se enriquecen, se hacen más comunidad”, reflexionó.
“En nuestra realidad diocesana – explica Diánez – es preciso crecer en este planteamiento a la hora de acercarnos, de acompañar, de acoger al otro en toda su dimensión personal, en tanto en cuanto sujeto de dignidad como Hijo de Dios y hermano nuestro. Todas y cada una de las personas nos llevan a Dios y siempre debemos tenerlo presente para rechazar actitudes que nos alejan de Él. No es posible construir justicia sino va unida al amor al prójimo. De ahí, que consideremos a la persona migrante el sujeto que, en la comunidad, en el seno de la comunidad eclesial genera conversión, transmite y cuestiona nuestro ser misión, nuestra manera de entender el reinado de Dios”.
Para celebrar esta edición de la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado, la Parroquia de Nuestra Señora de Lourdes, de Sevilla, acogerá una Eucaristía el domingo 26, para orar por este colectivo.
Acompañamiento espiritual
La Delegación de Migraciones valora la calidad humana y espiritual de su equipo trabajo. “Sin ellos no sería posible nada de lo que hacemos”. A esto hay que añadir, que “cada vez es mayor el compromiso, no sólo a título personal, sino a nivel colectivo; parroquias, congregaciones religiosas, entidades y movimientos eclesiales que hacen posible ir avanzando en la coordinación que desde la Delegación se pretende a nivel diocesano en materia de migración”.
Diánez describe la sencillez y a la vez, la importancia de la Delegación de Migraciones, “que desde los valores del Evangelio tiene como objetivos fundamentales la acogida, la protección, la promoción y la integración de las personas que se ven forzadas a dejar sus lugares de origen porque les resulta imposible vivir con dignidad”.
Refiere que, además, desde la Delegación acompañan la dimensión espiritual y la vivencia de su fe. “Procuramos sensibilizar a la comunidad cristiana de la trascendencia teologal que tiene el comportamiento con el migrante para nuestra fe y salvación”.
En este sentido, “la atención a los inmigrantes más pobres, la denuncia de las situaciones injustas que viven y la acogida fraterna a todos los migrantes es un signo de nuestra fe en la Muerte y Resurrección de Cristo”, expresó.
Hermano Migrante no estás solo
Sobre los retos que enfrentará la Delegación de Migraciones para este nuevo curso pastoral, explicó Diánez que son muchas las propuestas e iniciativas que pretenden llevar a cabo. “Vamos a seguir impulsando de manera decidida, junto a Cáritas Diocesana, el proyecto Hermano Migrante no estás solo. Queremos cumplir con el objetivo que nos marcamos cuando se inició el proyecto: Promover el compromiso de la Archidiócesis de Sevilla, a través de sus comunidades parroquiales, con acciones encaminadas a favorecer la acogida, el acompañamiento y la integración de las personas migrantes, desde los valores de la cultura del encuentro y la reciprocidad”.
Además, considera necesario ofrecer desde la Iglesia diocesana nuevos proyectos y programas de acogida y ayuda, “para fortalecer el contacto con los colectivos y asociaciones de personas migrantes, brindándoles colaboración e invitándolos a la participación”.
También para este curso prevén organizar de forma presencial un nuevo foro sobre “Otras formas de acogida en la Iglesia de Sevilla”.