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La Inmaculada Concepción, de la Parroquia de San Juan Bautista (Marchena)

El 8 de diciembre celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María contemplando este bello cuadro de Zurbarán que atesora la Parroquia de San Juan Bautista de Marchena.

La Sacristía de esta parroquia marchenera es un auténtico museo de Zurbarán, ya que en ella encontramos nueve lienzos del pintor extremeño: el Crucificado, San Juan Bautista, San Pedro, San Pablo, Santiago el Mayor, San Juan Evangelista, San Bartolomé, San Andrés, y la Inmaculada, todos ellos fechados entre 1635 y 1637.

La Inmaculada es presentada siguiendo el modelo iconográfico de la Mujer del capítulo 12 del Apocalipsis, mostrándose bajo sus pies la luna con las puntas hacia abajo, como señalaba Francisco Pacheco en su Tratado de la Pintura. Aparece vestida con una túnica de color rojo, símbolo de su humanidad, que deja ver en sus mangas y en el cuello una camisa blanca, y está cubierta por un manto azul, color de la divinidad de la cual María es revestida por su condición de Madre de Dios, salpicado de estrellas doradas. Estos colores eran en principio los usados en las vestiduras de la Inmaculada hasta que se cambian por el blanco y el azul celeste, ya que así se apareció la Virgen a Santa Beatriz de Silva, como igualmente relata Pacheco.

De gran belleza es su melena ondulada, así como su rostro que transmite gran serenidad y paz, presentando la mirada hacia abajo en señal de inocencia y pureza. Su cabeza aparece orlada de rayos y estrellas y hay que destacar el virtuosismo de los detalles que nos muestra Zurbarán, como la cabeza de angelito dorada que lleva la Virgen en su cuello a modo de broche, el tratamiento del cabello o la perfección técnica de los pliegues de la túnica, característica en la que este pintor sobresalió grandemente.

La Virgen aparece ocupando todo el espacio del cuadro, dejando ver al fondo el cielo dorado y lleno de nubes y en la zona inferior un paisaje heredero de los que Pacheco representaba en sus Inmaculadas, en el que se muestra la orilla del mar, donde se sitúan la mayor parte de los atributos marianos. Así, aparecen una palmera, símbolo de la justicia y del triunfo de la salvación de Dios en María; la fuente, ya que Ella es fuente de la Vida, Jesucristo; la Torre de David, que alude al Cantar de los Cantares 4,4; la Ciudad de Dios, la nueva Jerusalén de la cual la Virgen es imagen; el huerto cerrado, que alude a su virginidad; el ciprés, símbolo de su incorruptibilidad; la estrella, pues María es la que nos guía hasta su Hijo; el rosal, imagen de la caridad. Repartidos por el cielo distinguimos la puerta del cielo, que para nosotros es la Virgen por la cual nos vino Cristo, y nosotros vamos a Él; la escala de Jacob, pues Ella une el cielo y la tierra; y María como el espejo sin mancha que refleja sólo a Dios;

Antonio Rodríguez Babío

Delegado diocesano de Patrimonio Cultural


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