Archidiócesis de Sevilla

En la Galería de los Prelados, en que están los retratos de todos los arzobispos de Sevilla, preside uno de los cuadros más antiguos de la pinacoteca del Arzobispado: la Inmaculada, pintada sobre tabla y fechada por Cristóbal Gómez en 1589. Es una obra enteramente orginal dentro de la iconografía tan frecuente de la Inmaculada de Sevilla: la Virgen no está vestida de los tonos cromáticos a los que consagrará más este Murillo como propios para describir este misterio, y a su alrededor están las alabanzas de las Letanías Lauretanas en honor de la Virgen: luminosa como el sol, limpia como la luna, torre de David, escala para el cielo, fuente de la gracia.

El vuelo del manto es muy original, con la luna a los pies, y florecida como una flor más entre brotes de un jardín de rosas y lirios. La mirada baja de la Virgen es de una modestia inefable, y su cabeza está rodeada de doce estrellas. Todo el conjunto es de una gran riqueza bíblica, con el misterio de la Inmaculada Concepción en el centro de la obra.

Se sabe que este cuadro procede de la Colegiata del Divino Salvador de Sevilla, sin que se sepa la fecha en que fue trasladado al Arzobispado. La colocación de esta obra presidiendo los retratos de los arzobispos tiene un significado simbólico: la mayoría de estos prelados, desde hace muchos siglos, defendieron el dogma de la Inmaculada Concepción de María, que ahora está como presidiéndolos a todos en un gesto de acogida y bendición.

Esta obra del siglo XVI es la única que hay de este artista de la pinacoteca del Arzobispado, sin que se conozca otras pinturas de Cristóbal Sánchez en Sevilla, fuera del retrato el P. Jerónimo García, que se conserva en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de esta ciudad.

Fernando García Gutiérrez, S. J.

Delegado Diocesano del Patrimonio Artístico.