LA JUVENTUD, PRIORIDAD PASTORAL, carta semanal (26-09-10)
Queridos hermanos y hermanas:
Comienzo mi carta semanal compartiendo con vosotros mi gozo y esperanza después de vivir unas jornadas junto a 220 jóvenes sevillanos que participaron en la peregrinación a Santiago de Compostela entre los días 5 y 8 de agosto. Allí se dieron cita más de 12.000 jóvenes españoles. Previamente habían hecho cinco jornadas caminando, en un clima de penitencia, durmiendo en el suelo, comiendo bocadillos, con momentos de silencio, de oración, de testimonios, de catequesis y de alegre y festiva convivencia. Los jóvenes sevillanos, entre ellos el delegado de Pastoral Juvenil, Adrián Ríos, y su equipo, y otros cinco sacerdotes, varios seminaristas y algunas religiosas, no seguían a ningún ídolo del rock, ni a ninguno de los mitos efímeros que hoy se presentan a los jóvenes como modelos. En la plaza del Obradoiro, donde se juntaron al llegar con otros 2.000 jóvenes de las Diócesis andaluzas, y en el estadio de San Lázaro con el resto de los jóvenes españoles, no existía el señuelo del alcohol, las drogas o la libertad sin barreras.
Allí se reunió una legión de jóvenes alegres, pacíficos y respetuosos, como ha reconocido con admiración la Policía compostelana. Allí se congregaron millares de jóvenes de mirada limpia, unidos por los vínculos invisibles de la fraternidad que nace de la fe, aunque sus procedencias fueran diversas. Estoy seguro de que las jornadas de Santiago de Compostela han servido a miles de jóvenes para descubrir a Jesucristo, camino, verdad y vida de los hombres, y fuente de sentido para nuestras vidas, para reencontrarlo en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, para descubrirlo en los hermanos y en la Iglesia, para robustecer su adhesión al Señor y para dar testimonio de Él en el mundo.
Para mí, como pastor de la Iglesia hispalense, estos chicos y chicas, a los que fortuitamente se unieron el sábado día 7 otros cuatro jóvenes, tres de San José de la Rinconada y uno de la capital, que habían recorrido andando los más de mil kilómetros que separan Sevilla de Santiago de Compostela, y a los que acogimos como hermanos, son un germen vivísimo de esperanza de una pastoral juvenil honda, enraizada en el Evangelio y en al amor a la Iglesia, que tiene a Jesucristo como centro. Pero no nos podemos engañar, porque hay otra juventud, desencantada, desesperanzada, con un gran vacío interior, con una visión del hombre exclusivamente materialista, víctima de la falta de trabajo, del desamor, de la desestructuración familiar, sin el calor de un hogar y, en ocasiones, atrapada en las redes de la droga y del nihilismo existencial.
Por ello, animo a la Delegación de Pastoral Juvenil a salir al encuentro de estos jóvenes para descubrirles que Jesucristo es el camino que verdaderamente libera. Este sector de la juventud interpela también a los adultos, que muchas veces, hipócritamente, nos rasgamos las vestiduras ante su estilo de vida. A todos nos preocupa hoy la contaminación ambiental. Existe, sin embargo, otra contaminación de carácter moral de la que no se habla, de la que los jóvenes no son responsables y sí las primeras víctimas. La responsabilidad es de los adultos, en cuyas manos están los medios de comunicación, que muchas veces difunden modelos de comportamiento muy alejados de los auténticos valores; en cuyas manos están también los grandes negocios de las drogas y los lugares de diversión de las largas noches de los fines de semana, causa de sufrimiento para tantas familias.
No es responsabilidad de los jóvenes el paro que tan grandemente les afecta. Es responsabilidad de los adultos la falta de formación cristiana, pues muchos padres han dimitido del irrenunciable deber de ser los primeros comunicadores de la fe a sus hijos, tarea que han de llevar a cabo también a través de la clase de Religión, que les ayudará, sin duda, a conocer al Señor, a vivir con intensidad su vida cristiana, a adquirir sólidos principios morales, a ser hombres y mujeres cabales, honrados, respetuosos con los demás y abiertos a la solidaridad y a la colaboración.
Concluyo dirigiéndome alos sacerdotes. Sé muy bien que el trabajo con los jóvenes es duro y difícil, pero nunca es una siembra estéril, pues antes o después termina dando fruto. Una parroquia sin jóvenes es una parroquia triste y sin esperanza. Por ello, animo a los hermanos sacerdotes a crear en todas las parroquias, con la ayuda de laicos verdaderamente comprometidos, grupos juveniles parroquiales, que propicien la formación de los jóvenes, su encuentro personal con Jesucristo y su inserción en la Iglesia como militantes cristianos y apóstoles. Al mismo tiempo que felicito a los miembros de la Delegación de Pastoral juvenil por el éxito de la peregrinación a Compostela, les aseguro mi plegaria para que el Señor les acompañe con su gracia en la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, en la que tantas esperanzas tenemos depositadas.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
? Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla