La Liturgia de las Horas, “deber esencial del ministerio sacerdotal”

La Liturgia de las Horas, “deber esencial del ministerio sacerdotal”

El Arzobispo de Sevilla ha escrito una extensa carta dirigida especialmente a los sacerdotes, diáconos y miembros de la vida consagrada, en la que subraya la importancia de la Liturgia de las Horas en la vida espiritual y comunitaria de los consagrados, “un deber esencial de nuestro ministerio sacerdotal, exigencia de la caridad pastoral y –añade- medio excelente para convertir, evangelizar y santificar a nuestro pueblo”.

Al inicio de la carta, mons. Juan José Asenjo adelanta que en la primera parte de las Orientaciones Pastorales Diocesanas se ha incluido “una descripción aproximada de la situación religiosa y social de nuestra Iglesia particular”. El Arzobispo afirma que las debilidades que en ella se destacan “lejos de desanimarnos, más bien nos deben estimular”, y, para ello, la Archidiócesis con sus obispos a la cabeza quieren poner al servicio del clero, el Seminario y los religiosos, así como de los laicos, los mejores medios para el desempeño de sus tareas.

La oración, “necesidad del corazón”

003esp03Toda la carta es una invitación a descubrir y aplicar a la vida de cada uno el “deber mayor” de recitar dada día la Liturgia de las Horas. No en vano, explica el Arzobispo, ”la oración es algo esencial en la existencia histórica de Jesús”, que “ora constantemente” y nos encarece la “necesidad de orar”. En este sentido, mons. Asenjo confía que los sacerdotes, diáconos y consagrados amen la oración y la sientan como una “necesidad del corazón”.

Si bien una Liturgia de las Horas similar a lo que hoy conocemos se configura a raíz del Edicto de Milán (año 313), el Oficio Divino se perfecciona en la época carolingia, llega a su plenitud tras el Concilio de Trento y será enriquecido, sobre todo, después del Concilio Vaticano II.

El Arzobispo resume la finalidad de la Liturgia de las Horas en “la alabanza, la acción de gracias y la súplica”, y dedica varios capítulos de su carta a detallar cada una de ellas. Así, la alabanza tiene como punto de partida el reconocimiento de “la infinita grandeza de Dios”, algo que no puede reducirse a “un simple elogio”. Por otro lado, la acción de gracias “brota espontanea del reconocimiento de que todo cuanto somos y tenemos lo hemos recibido de Dios de forma absolutamente liberal y gratuita”, añade. En consecuencia, subraya que la Liturgia de las Horas es “una continuación homogénea de la Santa Misa. Ella es Eucaristía, que significa acción de gracias”. El Arzobispo se detiene en su vertiente comunitaria, y afirma que “ni la Santa Misa ni la Liturgia de las Horas son oración de fieles aislados sino de una comunidad”. Por ello, afirma que la recitación privada que hacen ordinariamente los sacerdotes “no es tal oración privada, sino pública”.

Más adelante se detiene en la consideración de la Liturgia de las Horas como oración de intercesión, “para alcanzar de la misericordia divina las gracias y dones que sólo Dios nos puede dar, si se lo pedimos con fe”. De hecho, la nueva estructura de la Liturgia de las Horas se hace eco de “esta dimensión de la oración de súplica que siempre existió en la Iglesia, y que ahora ha fraguado en forma de preces, tanto en Laudes como en Vísperas”.

img05Los Salmos, la oración de Jesús

Por otro lado, mons. Asenjo subraya la importancia de los salmos –“parte esencial”, señala- en la Liturgia de las Horas: “con los salmos nos introducimos en la impresionante torrentera de la historia santa del Antiguo y el Nuevo Testamento”. El Arzobispo apunta otro dato que abunda en la relevancia de los salmos, el hecho de que fueran orados por el Señor, “también orados por la Santísima Virgen, por los apóstoles, por los santos y por los cristianos de todos los tiempos”. En este apartado, el Arzobispo no se resiste a dejar de señalar que “a veces, en algunos ambientes, se sustituyen los salmos por composiciones que parafrasean o interpretan el texto inspirado y que casi siempre son de inferior calidad espiritual y literaria que el salmo prescrito por la liturgia. En ocasiones, incluso, haciendo un cierto sincretismo irenista, se utilizan textos escasamente religiosos de personajes beneméritos, pero no creyentes y que aportan poco a nuestra oración”. Ante esta realidad, afirma la necesidad de superar esta praxis “por fidelidad a la Iglesia y por el aprecio que nos debe merecer la Palabra de Dios”.

Recitar las Horas “a su debido tiempo”

Otro aspecto analizado por el Arzobispo es lo que denomina “consagración del tiempo”. Recuerda que la Ordenación General de la Liturgia de las Horas (OGLH) establece que se restablezca el curso tradicional de las Horas, “en orden a la santificación del día”. Una norma que cobra relevancia a la luz de ciertas prácticas que superponen la dimensión jurídica –rezando todas las Horas seguidas por falta de tiempo- a la finalidad orante y santificadora del Oficio, “que se cumple mejor cuando se recitan las Horas a su debido tiempo”.

Mons. Juan José Asenjo insiste en la dimensión de intercesión de la oración de los sacerdotes, y afirma que “el Señor nos ha elegido para estar con Él y para enviarnos a predicar”. Así, sostiene la imposibilidad de cumplir la misión apostólica “sin estar con Él, sin la oración de amistad e intimidad”. En consecuencia, el Arzobispo concluye que “cuando celebramos individual o comunitariamente la Liturgia de las Horas también estamos realizando la misión pastoral de la Iglesia”.

liturgia20de20las20horas2bSostiene además que la fidelidad en la recitación de la Liturgia de las Horas va más allá del cumplimiento de unas exigencias jurídicas: “todo en la vida sacerdotal debe nacer de la fuente siempre viva de la caridad pastoral”, afirma. Por ello, la oración de las personas consagradas debe tener “una clara tonalidad de intercesión por el pueblo al que servimos, al que hemos sido enviados y al que queremos”. “Un pastor responsable no puede prescindir u olvidar la oración apostólica. El pastor responsable –apunta- es el que trabaja y ora por su pueblo, no el que sólo ora o el que sólo trabaja”.

Tener presente los problemas del pueblo

El último aspecto de la Liturgia de las Horas que el Arzobispo aborda en esta carta está relacionado con “las necesidades de nuestro pueblo”. Mons. Asenjo afirma que es expresión de la caridad pastoral, porque en ella se manifiesta “nuestro amor a la Iglesia y a los fieles”. Señala que el pastor debe dedicar muchos ratos a la oración de intercesión, “en la que debe tener muy presente la vida, los problemas, las alegrías, los sufrimientos y los dolores de sus fieles, de la sociedad y de la Iglesia”. En suma, los sacerdotes deben ser sensibles a todas las dimensiones de la vida de los fieles.

En la parte final de la carta vuelve sobre el análisis de la sociedad actual y advierte que “un pastor responsable no puede limitarse a contemplar cómo el secularismo hiela las raíces cristianas de nuestro pueblo”. En esta línea, mons. Asenjo afirma que “un pastor, consciente de la responsabilidad que le incumbe, no puede encogerse de hombros ante la crisis que afecta tan hondamente al matrimonio y a la familia. Tampoco puede contemplar sin conmoverse cómo vamos perdiendo espacios en la fe y en la vida cristiana de las personas y de las familias”.

Termina la carta pidiendo a los sacerdotes que tomen la Liturgia de las Horas como un deber esencial de su ministerio, “exigencia de la caridad pastoral y medio excelente para convertir, evangelizar y santificar a nuestro pueblo”. “Una actividad apostólica que no nazca de la oración, o que no conduzca a ella, no tiene garantía de ser auténtica”, afirma. El Arzobispo pide que se busque un lugar apto –“a poder ser el templo o el oratorio”-, que se rece cada hora a su tiempo y que no se olvide la preparación inmediata. “Solamente por la frivolidad a la que nos conduce el ambiente y la falta de reflexión y de espíritu sobrenatural, se explica que algunos de nosotros hayamos podido abandonar la Liturgia de las Horas irresponsablemente”, concluye.

 

Puede acceder al texto íntegro de la carta en este enlace.

 


CARTA DOMINICAL

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