La Soledad de Cantillana y su Ermita (I)
Se cumplen en este año el 225 aniversario de la bendición de la Ermita de la Virgen de la Soledad, Patrona de Cantillana, por lo que en el pasado mes de mayo se celebró la dedicación del Templo y consagración del altar por nuestro Arzobispo D. Juan José Asenjo.
Enclavada en el extremo norte del pueblo, la actual Ermita neoclásica de la Soledad se comenzó a construir en 1765 sobre una anterior, que se había visto muy afectada por el terremoto de Lisboa de 1755. Tras diversos avatares se bendijo el 16 de febrero de 1794.
La Ermita tiene planta de cruz latina, de una sola nave, y en ella destaca la cúpula. La fachada, con reminiscencias barrocas, presenta una portada rematada en un frontón triangular sobre pilastras dóricas que se coronan en unos remates con jarrones de azucenas, rematándose con una espadaña de dos vanos.
En el interior destacan los tres retablos neoclásicos, obra de los entalladores Manuel Cahetano da Cruz y José Mayorga, y del imaginero genovés Giovani Battista Patroni. Los retablos del crucero están ocupados respectivamente por las imágenes de San Juan Evangelista y Santa María Magdalena, que procesionan al pie de la cruz el Viernes Santo en el paso del Calvario, mientras que el retablo mayor, que fue contratado en 1793, aparece presidido por la venerada imagen de la Virgen de la Soledad, Patrona de Cantillana, que se halla sobre una peana con cuatro ángeles en un camarín que resulta ser uno de los ejemplos más tardíos de esta tipología de espíritu netamente barroco, y que aparece decorado con apliques de talla, pinturas y esgrafiados. Cubierto por una bóveda de aristas rematada por el Espíritu Santo en forma de paloma, presenta pavimento de mármol y se ilumina por el gran ventanal trasero, con sencillas vidrieras de colores, cerrado con puertas y postiguillos.
A los pies de la Virgen se encuentra la talla del Santísimo Cristo Yacente, obra manierista realizada en 1583 por Juan de Santamaría, como se especifica en el contrato de ejecución, que se conserva. Es de pasta de celulosa sobre estructura de madera y presenta la particularidad de tener los brazos articulados para poder presentarse crucificado y escenificar el descendimiento de la cruz. La Hermandad conserva una valiosa urna rococó del siglo XVIII.
Todo el conjunto del retablo mayor aparece coronado por un relieve de la Santísima Trinidad. En las calles laterales se muestran sendas esculturas de San Miguel Arcángel y San José.
Son de destacar las dos puertas situadas en el presbiterio, que presentan artísticos enmarques de estilo neoclásico, con las imágenes de San Sebastián y Santa Rita, ambas de finales del siglo XVIII.
Antonio Rodríguez Babío
Comisión de Patrimonio Cultural
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