LA TRILOGÍA DE BENEDICTO XVI SOBRE JESÚS
La trilogía ha sido un 'best-seller' mundial. En los tres casos ha sido necesario reeditar la obra repetidas veces en las más diversas lenguas, pues inmediatamente se agotaban los ejemplares. ¿Cuál es la razón de este éxito, en una época en la que el libro religioso está en franca regresión en nuestro mundo secularizado? La primera es su autor, Joseph Ratzinger, el teólogo católico más importante en esta hora, que además era el Papa, que en este caso abandonaba los géneros literarios habituales del Magisterio pontificio, para escribir un ensayo teológico personal. Por ello, como él mismo advierte en el proemio del primer volumen, la obra no es en absoluto un acto magisterial, sino la expresión de su propia búsqueda del “rostro del Señor”. Sin desdeñar el estilo literario límpido, la hermosa prosa del autor y la relativamente fácil comprensión, que pone la obra al alcance del católico medio, la razón definitiva de su interés es su protagonista, Jesús de Nazareth, Hijo de Dios, el personaje más importante de la historia, una persona actual, porque después de consumar la obra de nuestra redención, está sentado a la derecha del Padre, siempre vivo para interceder por nosotros. Él es el eje de la fe de la Iglesia.
Con esta obra, el Papa Benedicto XVI ha querido aproximarnos al Jesús auténtico. Como él mismo declara, hasta los años cincuenta del pasado siglo, las grandes biografías de Jesús nos mostraban la figura del Señor, su condición humana, su naturaleza divina y su misterio a partir de los Evangelios. En los años cincuenta, algunos biblistas católicos comenzaron a hacer suyas las tesis de la exégesis histórico-crítica protestante, y la situación cambió radicalmente. Se abrió una profunda sima entre el «Jesús histórico» y el «Cristo de la fe», llegando a la conclusión de que Jesús, el hijo de María, es una cosa, y otra muy distinta Cristo, el Señor resucitado, creído y predicado por la Iglesia, que sería una creación de las primeras generaciones cristianas. La consecuencia fue que la persona de Jesús, pilar sobre el que descansa la fe de la Iglesia, se tornó cada vez más incierta e indefinida, hasta hacer desaparecer prácticamente la realidad histórica de Jesús. El paso siguiente ha sido la escalada emprendida en los últimos años por algunos escritores e, incluso, cineastas, que con más osadía que conocimientos, con mucho oportunismo y escasos escrúpulos, han tergiversado torpemente los datos de los Evangelios, hasta brindarnos un Jesús irreconocible.
En el volumen publicado en la primavera de 2007, el Papa confiesa que esta situación es dramática para la fe, porque siembra dudas y torna incierto el auténtico punto de referencia y el corazón del cristianismo, Jesucristo, Hijo de Dios, salvador, redentor y Señor de nuestras vidas. Tales dudas, además, dificultan el seguimiento de Jesús. ¿Quién se va a decidir a ser su discípulo y a entregar la vida entera a una figura tan nebulosa? El Papa, con sutileza, maestría y rigor teológico, al mismo tiempo que nos manifiesta su confianza en los Evangelios, nos asegura que el Jesús que nos muestran es el verdadero Jesús y que el «Jesús histórico» es una figura mucho más lógica, convincente y comprensible que las reconstrucciones que se han hecho en las últimas décadas.
La reafirmación de la historicidad del Jesús de los Evangelios era vital para la Iglesia, pues como afirmaba Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est, no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, Jesucristo, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. Invito, pues, a todos los fieles de la Archidiócesis, sacerdotes, consagrados, seminaristas y laicos a una lectura serena y orante de los tres volúmenes de esta obra extraordinaria. Será una forma muy hermosa de rendir homenaje a Benedito XVI, un Papa grande, que ha querido compartir con nosotros sus vastos conocimientos y su rica experiencia espiritual. Estoy seguro de que nos tocará el corazón y nos ayudará a redescubrir la infinita hermosura del rostro de Jesús, propiciando el encuentro personal con Él y alentándonos en el seguimiento ilusionado del Maestro.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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