Archidiócesis de Sevilla

El pasado mes de septiembre comenzó el Año Jubilar de la Virgen de Aguas Santas concedido por la Santa Sede con motivo del 450 aniversario de la aprobación de las primeras reglas documentadas, fechadas en 1571. Con este gozoso motivo presentamos esta imagen, una de las de mayor devoción y antigüedad de nuestra Archidiócesis.

De gran singularidad debido a su pequeño tamaño, mide tan sólo 12 centímetros, esta imagen está realizada en arcilla roja estofada y policromada y representa a la Madre de Dios sedente en un sitial dorado, con el Niño Jesús sentado sobre su rodilla izquierda, el cual alza su mano derecha en actitud de bendecir, mientras que con su izquierda sostiene un libro que apoya en su rodilla contraria. La Virgen por su parte sujeta con su mano izquierda a su Hijo, presentando tres de los dedos de su mano derecha en ademán de sostener un cetro, si bien en origen probablemente portaría una fruta o una flor.

A pesar de su reducido tamaño, las vestiduras tanto de la Madre como del Hijo muestran gran detalle. La Señora viste una túnica de color rojo y manto azul, ambos adornados con flores y con orla en sus filos, y cubre su cabeza con una toca blanca bajo la que asoma el pelo y sobre la que aparece la diadema o corona de tipo mural, dorada y decorada con motivos geométricos que simulan piedras preciosas. El Hijo de Dios, de cabellos dorados, porta una túnica de tonalidades verdes que presenta los bordes dorados, lo cual hace alusión a su divinidad y a su condición sacerdotal. Llama la atención la definición de ambos rostros, sobresaliendo por su belleza y distinción.

La venerada imagen suele estar expuesta al culto completando su iconografía con ráfaga dorada y manto y saya bordados sobrepuestos, con la media luna a los pies, portando la Virgen y el Niño sendas coronas y sobre una peana a los pies de la cual aparece la imagen del pastor Juan Bueno, al cual se le apareció la Virgen en los tiempos de la reconquista, según la leyenda recogida en 1611 por Alfonso Díaz, que asegura que la pequeña imagen se la regaló San Leandro a su hermano San Isidoro, quien le dio culto en Sevilla, donde permaneció hasta la dominación musulmana en que fue ocultada para evitar su profanación.

Todos los investigadores e historiadores coinciden en fechar esta bendita imagen en la segunda mitad del siglo XIII o principios del XIV, si bien se sabe que el brazo derecho de la Virgen es obra de Cristóbal Ramos, quien lo realiza en madera al perderse en un incendio que tuvo lugar en 1782 en el Convento franciscano situado en el lugar donde la tradición asegura que se apareció la Virgen, que fue bendecido en 1652 y donde se veneró hasta la desamortización de Mendizábal en 1835.