La Virgen de la Esperanza de Triana
Con motivo de celebrarse en 2018 el sexto centenario de los orígenes de la devoción en Triana a la Virgen de la Esperanza, el Papa Francisco ha otorgado un Año Jubilar que comenzó el pasado 2 de diciembre con la apertura de la Puerta Santa en la Capilla de los Marineros. Por ello, traemos a nuestra sección hoy, en su festividad, la hermosa imagen de Ntra. Sra. de la Esperanza, imagen de candelero para vestir, tallada en madera y policromada, que tradicionalmente se ha atribuido a Juan de Astorga, si bien estudios más recientes sitúan el origen de la imagen a finales del siglo XVII, pudiendo efectuar dicho escultor una restauración en el año 1816.
En 1898 debido a un incendio que tuvo lugar el 2 de mayo en el retablo donde entonces se veneraba la Virgen en el Convento de San Jacinto, tiene que ser restaurada por Gumersindo Jiménez Astorga, reponiéndose al culto el 18 de septiembre de dicho año, como se indica en un papel colocado dentro de la imagen. Posteriormente la Esperanza fue restaurada por José Ordóñez en 1913, intervención que le devuelve la belleza y el color moreno que tenía la Virgen antes del incendio y en 1929, con motivo del traslado a la Iglesia del Salvador para la Exposición Mariana, por Castillo Lastrucci, que le hace unas manos nuevas, le refuerza la mascarilla con telas encoladas y la policroma de nuevo. Progresivamente esta policromía se fue oscureciendo por lo que en 1989 la imagen es de nuevo restaurada, en esta ocasión por Luis Álvarez Duarte, quien retira los añadidos que colocó Castillo en el rostro y encarna nuevamente la imagen. En esta restauración aparece un fragmento quemado en la sien derecha y otro en el mismo costado, lo cual corrobora que estamos ante la misma imagen que se quemó en 1898.
La hermosura y expresividad de la Esperanza vienen reforzadas por la manera de vestirla e incluso por el lenguaje de sus manos: con la derecha nos ofrece su pañuelo para que nosotros, sus hijos, podamos enjugar nuestras lágrimas, sin olvidar que, como nos indica con su mano izquierda señalando su corazón, Ella es nuestra Madre y nuestra Esperanza, subrayado esto último especialmente por el ancla que lleva siempre en su pecho. Suele portar corona, destacando entre las varias que posee, la de oro estrenada en 1984 en la Coronación Pontificia otorgada por el Papa San Juan Pablo II.
Su belleza y su gran unción hacen que esta imagen sea una de las más veneradas de nuestra Archidiócesis; testimonio elocuente de la cercanía y la ternura con que la Madre de Dios cuida de sus hijos y nos llena de esperanza en las dificultades de la vida.
Con el Papa Francisco le decimos: “Madre de la Esperanza, tú que sostienes nuestra esperanza, haznos ser sembradores y constructores de esperanza en medio de nuestro mundo. Ayúdanos a llenar de esperanza a todos nuestros hermanos”.
Antonio Rodríguez Babío
Delegado diocesano de Patrimonio Cultural
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