LA VIRGEN DE LA OLIVA, de Lebrija
Una de las esculturas más importantes de la diócesis de Sevilla es la La Virgen de la Oliva, en Lebrija. Es un ejemplo de toda la grandiosidad del estilo inigualable de Alonso Cano (1601-1667). Fue uno de estos artistas polifacéticos, que aparecen de cuando en cuando en la historia, y dejan una huella indeleble. Pintor, escultor, arquitecto, Alonso Cano nació en Granada, hijo del tracista y ensamblador de retablos Miguel Cano, con quien se traslado a Sevilla en 1614. Tuvo la suerte de entrar como aprendiz en el taller de Francisco Pacheco, en donde conoció a Velásquez; más tarde entró a trabajar en el taller de Juan Martínez Montañés: así estuvo en contacto con los artistas más importante del siglo XVII en Sevilla.
En 1629 inició el gran retablo de Nuestra Señora de la Oliva en Lebrija, que fue concluido por Felipe de Rivas. Pero tuvo tiempo para dejar en él la maravillosa imagen de la Virgen de la Oliva. Como escultor, Alonso Cano se caracteriza por el uso de esquemas compositivos ovales y en forma de huso. Así aparece recogido el manto de esta imagen de la Virgen en su parte inferior, en un dato inequívoco de su estilo. La Virgen de la Oliva presenta al Niño sobre su brazo izquierdo, a la vez que lo sostiene con la mano derecha. La expresión de los rostros en la madre y el Hijo es inefable, a la vez que enormemente atractiva. El manto recogido de la Virgen tiene una serie de pliegues asombrosos que le dan un sentido vivo de realismo.
En una palabra, estamos ante una de las imágenes más perfectas que produjo la Escuela Andaluza de Escultura del siglo XVII, en la que el realismo se une a una expresión asombrosa de espiritualidad y acogimiento. Es la manifestación completa de la genialidad de Alonso Cano.
Fernando Gª Gutiérrez, S.J
Delegado Diocesano del Patrimonio Artístico
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