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Las hermandades en la sociedad actual

Son pocas las organizaciones de personas que alcanzan la categoría de centenarias. En las hermandades, sin embargo, cada año se celebra el tercero, cuarto o quinto centenario de alguna. Claro que otras han desaparecido; pero el índice de supervivencia es bastante mayor que en otro tipo de organizaciones.
La clave de  esa continuidad  es la fidelidad a sus fines, comunes a todas: fomentar una vida más perfecta mediante el ejercicio de la Caridad, la formación de los hermanos, el culto público y la animación, con espíritu cristiano, del orden temporal (cfr. Canon 298 del Código de Derecho Canónico).
Para mantener esta fidelidad es necesario, por parte de las hermandades,  el análisis permanente de su  entorno, para ajustar su mensaje al mismo sin dejarse arrastrar por él.
¿Y cuáles son los rasgos más característicos de la sociedad actual, en la que se desenvuelven las hermandades?  Podemos identificar dos, que tanto el Papa Francisco como sus antecesores han venido señalando: un laicismo exacerbado y la dictadura del relativismo.
Laicidad y laicismo
Laicidad y laicismo son dos conceptos distintos. Laicismo es la ideología  que lleva a la restricción de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o ignorancia de lo religioso, relegando la fe a la esfera de lo privado y oponiéndose a su expresión pública.
Lo contrario al laicismo no es el confesionalismo, sino una laicidad entendida correctamente, que no busca imponer en la legislación jerarquías de valores que sólo en la fe se puedan reconocer y  realizar, sino que reclama lo que pertenece a las bases de la humanidad accesibles a la razón y que, por ello, es esencial para la construcción de un buen ordenamiento jurídico. La laicidad no trata por tanto de convertir las normas religiosas en leyes civiles, sino de que los ciudadanos católicos -y las hermandades- aporten su concepción de la persona y de las relaciones sociales.
Relativismo
Puesto que no existe, afirman sus defensores,  una norma moral arraigada en la naturaleza humana tampoco existen valores permanentes, sino que éstos habrán de ser definidos en cada momento, por consenso. En consecuencia no existe la verdad, sólo existe el consenso, que definirá, en cada caso, cuáles han de ser los valores aceptables: ésta es la dictadura del relativismo, que condena a quien se oponga a sus dictados. Cuando ese relativismo moral se absolutiza, los derechos básicos –por ejemplo a la vida- también se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo.
Las hermandades hoy
Las hermandades han de ser conscientes  de su importante papel en la Iglesia Diocesana hoy, también en esta sociedad concreta  en la que han de desenvolverse e incidir y que han de conocer y comprender desde una sana laicidad.
Fijamos así  las dos referencias que deben orientar la actividad  de una Junta de Gobierno: una excelente formación que le permita analizar la sociedad en la que se desenvuelve, para un mejor cumplimiento de sus fines, y unos modelos de gestión contrastados que garanticen la eficacia y eficiencia de sus decisiones.
De esto último, de la gestión,  ya hablaremos otro día.

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