Libres de elegir si migrar o quedarse
En el mensaje del papa Francisco de este año para la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado, recuerda que los migrantes huyen de sus lugares de origen acuciados por la pobreza, el miedo o la desesperación y señala que algunas de las causas más visibles de la migración son “las persecuciones, las guerras, los fenómenos atmosféricos y la miseria”. Por eso indica en el mensaje que “es necesario un esfuerzo conjunto de cada uno de los países y de la comunidad internacional para que se asegure a todos el derecho a no tener que emigrar, es decir, la posibilidad de vivir en paz y con dignidad en la propia tierra”.
La intención del Pontífice es promover una reflexión sobre el derecho a no tener que emigrar, el derecho a permanecer en la propia tierra. Muchos flujos migratorios son forzados y esto obliga a reconsiderar las causas de las migraciones contemporáneas. El derecho a permanecer es anterior, más profundo y más amplio que el derecho a emigrar. Incluye la posibilidad de participar en el bien común, el derecho a vivir con dignidad y el acceso al desarrollo sostenible; todos estos derechos deberían garantizarse efectivamente en las naciones de origen mediante un ejercicio real de corresponsabilidad por parte de la comunidad internacional.
El Papa nos exhorta a reconocer en el migrante no sólo un hermano en situación de dificultad, sino a Cristo mismo que llama a nuestra puerta y, añade que “mientras trabajamos para que toda migración pueda ser fruto de una decisión libre, estamos llamados a tener el máximo respeto por la dignidad de cada migrante”. El ideal es que sea donde sea que una persona decide construir su futuro, sea en el país donde ha nacido o en otro lugar, lo importante es que haya siempre allí una comunidad dispuesta a acoger e integrar a todos, sin diferencia ni distinción, y sin que nadie quede descartado.
La Subcomisión de Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española señala algunos signos de esperanza. Por ejemplo, el hecho de que, en muchas comunidades parroquiales, en diferentes ámbitos de la vida consagrada y en otros espacios eclesiales, se va conformando transversalmente una conciencia, una mentalidad abierta e integradora, que promueve comunidades acogedoras donde se va creciendo en la experiencia de Dios, en la comunión y la solidaridad, donde se ve en cada migrante a “otro Cristo”, porque el Señor Jesús se ha identificado con ellos (Mt 25). Esta iniciativa se va promoviendo en todas las diócesis, con la finalidad de que coordinen y desarrollen esta acogida, seguida de la promoción integral y de la inclusión social.
Otras iniciativas son la propuesta de los “Corredores de Hospitalidad” y la “Mesa del Mundo Rural”. La primera tiene la finalidad de promover la espiritualidad y la cultura de la hospitalidad, y también el patrocinio comunitario y la solidaridad interdiocesana. Este es un proyecto que interpela a las diferentes administraciones públicas del Estado para implicarse en una solidaridad entre territorios que permita el tránsito voluntario y el acompañamiento de colectivos vulnerables. La segunda tiene como objetivo revitalizar los pueblos de la España vaciada, conectar a familias de origen migrante que quieren realizar su proyecto de vida en el ámbito rural con las asociaciones o proyectos que promueven la inclusión y revitalización de pueblos en la España rural, junto a los ayuntamientos y otras administraciones públicas o privadas. Se trata de contribuir al arraigo de familias migradas y al futuro de los pueblos y del campo, y fomenta la creatividad y el trabajo en red a favor de una repoblación sostenible. En definitiva, dondequiera que decidamos construir nuestro futuro, sea en el país donde hemos nacido o en otro lugar, lo importante es que encontremos siempre una comunidad dispuesta a acoger y proteger, a promover e integrar a todos, sin distinción y sin descartes, para que nadie quede fuera.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla