Los cabeceños celebran el 400 aniversario de la hechura del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, de Juan de Mesa
La Hermandad de la Vera Cruz de las Cabezas de San Juan celebró la tarde de este sábado el 400 aniversario de la hechura de la Sagrada imagen del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, de Juan de Mesa.
La Eucaristía presidida por el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, ha tenido lugar en la Plaza de los Mártires del municipio sevillano.
Durante su homilía, monseñor Saiz Meneses dijo que en este aniversario de la hechura del Santísimo Cristo de la Vera Cruz “fijemos hoy la mirada en él, que ofreció su vida en la cruz por la remisión de los pecados de la humanidad. Su muerte fue culminación de lo que había sido su vida entera, libremente entregada y sacrificada por la salvación de los hombres. No había venido a ser servido sino a servir y dar su vida como rescate por muchos”. En este sentido, continuo don José Ángel “su acto de entregar la vida es la consecuencia de lo que ha sido su trayectoria vital, una entrega en totalidad a los demás. Contemplando la cruz descubrimos el inmenso amor de Dios, un amor eterno, infinito, que alcanza la máxima realización en la muerte en cruz de Cristo”.
Muerte y Resurrección
El arzobispo hispalense reflexionó sobre la muerte y resurrección del Señor. “La vida de Cristo, entregada por amor hasta la muerte, no acaba en la cruz, sino que llega hasta los hombres como principio y fundamento de resurrección por la fuerza del Espíritu”. Sobre el Santísimo Cristo de la Vera Cruz, exhortó “encomendarle nuestra vida, nuestras familias, nuestros trabajos, y, sobre todo, nuestra salud espiritual. Revisemos cuál es nuestra respuesta personal a su sacrificio redentor”.
En esta línea, “la celebración de los 400 años ha de ser un tiempo de reflexión que marque un antes y un después. No tengamos miedo a abrirle nuestro corazón, a tener largos ratos de oración, de contemplación ante su imagen”.
Confianza en la gracia
Al término de su homilía, monseñor Saiz Meneses manifestó que “somos conscientes de que nos cuesta, que no sabemos, que no podemos, que no encontramos tiempo”, sin embargo, “confiemos en su gracia, en su amor, en la intercesión poderosa de María Santísima de los Dolores. Ella nos ayuda a aprender de Jesús la humildad verdadera, a tomar con decisión su yugo ligero, a experimentar la paz interior, y nos enseña a ser capaces de consolar a otros hermanos y hermanas que recorren con fatiga el camino de la vida, y a vivir como auténticos testigos de Jesucristo”.