Los frescos de la Parroquia de Nuestra Señora de las Nieves, de la Rinconada
La Iglesia Parroquial de La Rinconada es de estilo gótico mudéjar y fue iniciada su construcción en el siglo XV. En el año 2003, al ser retirado un retablo en la nave del Evangelio, aparecieron unas pinturas murales en una hornacina, que fueron estudiadas por un equipo multidisciplinar formado por miembros del Instituto de Ciencia de Materiales de Sevilla, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y las Universidades de Sevilla y de Málaga.
Los restos encontrados presentaban indicios de al menos dos composiciones distintas superpuestas. El criterio de intervención adoptado por el equipo multidisciplinar fue el de remover los restos más recientes y peor conservados, que databan de la primera mitad del siglo XVI y que parecían representar un Crucificado con la Virgen, y restaurar las pinturas murales más antiguas, que muestran características propias del gótico tardío o primer Renacimiento, posiblemente de finales del siglo XV o principios del XVI.
Estas pinturas finalmente conservadas muestran en el centro de la composición a Cristo atado a la columna, flanqueado a su derecha por San Pedro quien, arrodillado, dirige su mirada al Señor y lleva entre sus manos una tela blanca que podría tratarse de un pañuelo en el que enjuga sus lágrimas, mientras que ante sus rodillas se descubren las llaves del cielo, símbolo propio de este apóstol que hace referencia a Mateo 16,19. A la izquierda del Cristo, aparece San Juan Evangelista que porta un cáliz del cual surge un pequeño dragón. Este atributo iconográfico hace referencia a un episodio de la vida de San Juan narrado por la Leyenda Dorada y otros textos medievales, en el que bebió una copa de veneno que le había preparado Aristodemo, un sacerdote de los ídolos paganos que habían sido destruidos por la oración del evangelista, y que milagrosamente no le hizo ningún efecto. Ante el discípulo amado, aparecen dos donantes no identificados, de menor tamaño que el resto de las figuras. Al fondo, se levanta una especie de muralla que deja ver por su parte superior almenada diversos edificios. Hay que destacar la belleza del pavimento geométrico sobre el cual se sitúan las figuras.
La iconografía de San Pedro arrodillado ante Cristo atado a la columna es frecuente en el arte español, ya que comienza en la escuela andaluza de Córdoba y teológicamente podría tener su origen en las visiones de Santa Brígida de Suecia (siglo XIV). Tras el Concilio de Trento, esta iconografía se convertirá en una alegoría del Sacramento de la Penitencia, ya que el apóstol pasaría a ser imagen del penitente que arrepentido confiesa sus pecados ante el sacerdote, representante de Cristo. Sin embargo, mucho más rara es la presencia de San Juan en esta escena.
Antonio Rodríguez Babío
Delegado diocesano de Patrimonio Cultural
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